Sus logros me han recordado a las mejores obras de Clint Eastwood, por la fanqueza implacable con la que se trata a los héroes que nadie recordará. A esa gente que sabe que su lucha no va a salir del patio trasero de sus propias convicciones pero que ha convertido esa batalla inútil en el último sentido de sus existencias; quizás para no descubrir que el tiempo los está devorando y acabará con ellos antes de que puedan llegar a ningún sitio. Aún así siguen en pie; y eso los hace únicos en su especie.
La vida de Benjamín Expósito se ha congelado en el pasado. Ya jubilado descubre que sólo puede hablar de recuerdos y que todo lo que de verdad le ha importado quedó enterrado junto a aquel crimen atroz que nunca llegó a importar lo suficiente y que la dictadura engulló junto a la dignidad de todo un pueblo. La historia a veces se comporta como una sucia máquina caprichosa que premia a los cobardes y aplasta a los poetas de voz más débil.
El régimen toma en su seno a seres mezquinos, asesinos repugnantes que intentan asirse a la idiotez para huir de su propio fracaso; los adopta y los convierte en gente normal, vagabundos letales en un mundo que apesta a muerte y perdición. Las víctimas huyen contra el muro que las encierra y confían a la fortuna las escasas posibilidades de no estallar su rostro contra la piedra; algunos lo logran, otros acaban en fosas comunes, o en estadios de muerte.
Uno de los mayores aciertos de la película es no mencionar en ningún momento la dictadura, tan sólo muestra sus devastadoras consecuencias; cómo el amor, la supervivencia, la esperanza, todo queda al servicio de un grupo de degenerados que ejercen de Saturnos con sus hijos, pequeños inconvenientes que no dan crédito a sus ojos mientras su padre muerde por primera vez, disfrutando de esa miserable función genocida.
Benjamín sabe que quedaron cosas sin hacer; vuelve al escenario que quedó a medio montar y decide continuar la obra donde quedó. El final de la historia no es el esperado porque el tiempo sigue siendo ese pequeño zorro de mirada torpe y despistada que tenie el ratón en su boca y un rugido preparado para cualquiera que se acerque a intentar arrebatárselo.
Y el espectador de todo lo que sucede es ese marido que perdió a su mujer de una manera brutal e injusta y que no ha aprendido a envejecer aceptando que las cosas cambiaron para siempre justo en el momento en que tenían que empezar. Su presencia en una estación de tren, como fantasma guardián del orden aplastado, es uno de esos momentos que hacen toda una película.
Una muestra de cine clásico bien entendido; la demostración de que las buenas historias sólo sobreviven cuando las palabras que las explican son modernas, comprometidas frente a unos tiempos que estamos obligados a no repetir.
10 comentarios:
Creo que ya te comenté que fuí a verla. Es realmente una buena película, Campanella ya era una apuesta segura y qué decir de Ricardo Darín.
No he leído la novela, pero el guión se fantástico. Me encantó el lenguaje "implícito, oculto" de los dos amantes, sus miradas, su deseo palpable en medio de la imposibilidad.
Me gustó mucho la película.
Buenos días y muchos besos
Cuando la ví, lo que más me gustó, lo que no he olvidado después de verla, lo único especial fue la amistad entre los dos oficiales del juzgado lo demás, como siempre, bla, bla, bla....
Hola, Ginebra. Sí recuerdo que la comentaste y esa es una de las razones por las que la vi. Ese lenguaje sostenido entre los dos mantiene en pie al personaje de Darín, devastado por la imposibilidad de solucionar el gran enigma de su vida, aquella muerte que late demasiado viva. Muchos besos de vuelta.
A mí me ocurrió lo mismo respecto a la relación, tan real e inevitable, entre los personajes de Darín y Francella; me emocionó. Te diría que entre esos bla, bla, he encontrado algunas cosas más que me han hecho querer escribir sobre ello, aunque entiendo ese "lo de siempre" que mencionas. Me sorprendió que ese clasicismo me transmitiera tanto; quizás no me lo esperaba. Gracias por el comentario.
Sin duda que la veré...
(esta tarde me voy a volver a ver "Los inocentes", que me parece perfecta para una tarde de otoño en Madrid)
Un beso grande, Psyco
Un beso a esos Inocentes de Madrid y a la afortunada espectadora de otoño. Disfrútala, ya nos dirás qué tal.
Ayer la vi, Montaraz. Me gustó mucho y me soprendió porque no me habia gustado El Hijo de la Novia por su exceso de azúcar. Cine clásico como dices pero explicando cosas que tristemente no han pasado de moda. Me encantó e final de la historia del asesinato, quizás no tanto el de la historia de amor. Ricardo Darín está arrebatador pero estoy contigo que quien se lleva el gato al agua es su compañero (Banco de Semen, dígame). Tengo The Innoncents y District 9 para esta semana que parece que voy a poder estar algo más quietecita. Eres una de las cosas que más echo de menos cuando ando por esos mundos perdidos. Un beso.
Es una de las películas que me están esperando en los cines, porque últimamente hay bastantes pelis que me interesan, y estoy esperando a una de esas tardes frias y tristes para prepararme bien a llorar y a soltar todo lo que llevamos dentro de rabia y corazón.
Todas las películas que me recomiendas resultan ser un éxito total, así que la veré en cuanto pueda con mucho gusto.
Todas las películas de Darín me hacen llorar aunque sea de risa, me gusta su cara de hombre normal haciendo un papel de hombre normal...
Un besito en los ojos
Hola, Ana. Tus palabras son tan bonitas como las historias bien contadas; disfrutas incluso cuando se acaban. Siempre me encanta saber qué piensas acerca de lo que invade este cúmulo de desorden y sombras esquivas. Yo también echo de menos eso durante tus ausencias. Un beso.
Estos ojos sin secretos te devuelven el beso, Claudia. Es un placer compartir descubrimientos con vosotros y crecer juntos en la sorpresa de no saber qué esconde la siguiente esquina. Es tan excitante como infalible. Beos.
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