28 de marzo de 2010

La comodidad de la parálisis

A veces la vida se convierte en una pendiente que no acepta cálculos; se encalla en las consecuencias de unas elecciones que no lo eran, en las huellas de pasos que sólo diste para encontrar la próxima bolsa de oxígeno, para sobrevivir. Es quizás el descubrimiento más crudo que trae el camino, saber que sin quererlo puedes acabar en lugares cuya existencia hubieras preferido ignorar. Y de la noche a la mañana, te conviertes en el rey de un imperio que te aterra; con ese millón de pequeños ojos aguardando tu próxima señal para hacer algo terrible.

Intentas apartar la vista de lo que has conseguido y recordar cuando se torció todo, cuando los hechos empezaron a tener uso de razón, a ignorar tus órdenes y a destrozar la habitación. Ya no recuerdas nada, sólo miras hacia otro lado confiando que ese gesto de ignorancia forzada signifique algo más que el último recurso de un cobarde. Pero no.

Es entonces cuando, aturdido, te abandonas a una cómoda parálisis. Todo cambia; quizás sólo se muestra como siempre había sido. Los sueños de una infancia errada toman sentido en ese teatro de un solo clown. Notas la adrenalina corriendo por tus nuevas venas de platino, lanzándose a las estrellas, regalándote tu momento de gloria inesperada.

Te arrodillas y abres la boca como nunca, pero no consigues engullir todo eso; te ahogas, escupes, tragas. Eres un poema averiado de muecas pero te sientes bien. Tomas lo que desborda en tus manos para no perderte nada; vuelves al ataque, forzando tu garganta como nunca. Te conviertes en el dios depredador de tus propios errores de cálculo. Hubieras deseado no llegar nunca ahí pero no puedes imaginar un sitio mejor para probar tu nuevo disfraz. Y te dejas llevar ante el espejo; empiezas a bailar y sonríes con un seductor toque de distinción sacado del peor momento de una película que todavía no se ha rodado.

Miras cómo tus manos hinchadas tocan una silueta cortada por los instantes de una melodía que no te acompaña. Es tan reconfortante sentirse especial. Te desnudas lentamente y cierras los ojos; imaginas qué sería vestir un uniforme de verdad; lanzar órdenes a una multitud enardecida; tener por fin el control.

Sabes que ha llegado el momento. Abres los ojos un poco y ves todos esos ojitos brillando tras de ti, reflejados en el espejo, respirando a tu espalda, esperándote. Y levantas la mano para empuñar una leyenda imaginaria, lanzas un grito de animal herido que no quiere decir nada bueno y preparas a tu ejército para la batalla. Notas como se alzan tras de ti todas esos fieles desconocidos y te sientes como nunca, invadido por el fragor de la venganza de mil elegidos que no habían llegado tan lejos como tú.

Avanzas hacia tu reflejo, ya un perfecto desconocido, y te estrellas contra los mil pedazos de una realidad que se rompe bajo vuestros nuevos pies de acero, botas militares de ritmos sordos y cordones mal atados. Y arrancan las primeras notas de un himno que te recuerda cómo empezó todo, con la comodidad de aquella parálisis, cuando decidiste no moverte y precipitarte a las dulces páginas de la historia de la fama.

Pink era el protagonista de The Wall (1979), la colosal obra de Pink Floyd, puro nihilismo musical, el último recurso de un Roger Waters que no podía seguir al otro lado del muro. Explosión creativa de difícil explicación, supuso la muestra definitiva de que el rock se había convertido en un arte adulto, en reflejo inesperado de traumas que pesaban mucho más que sus medicinas; caminos sin retorno se reunían para mostrarnos la historia de un héroe sin leyenda, un mediocre llamado a ser dios de un mundo que desconocía. Es quizás uno de los reflejos más acerados de cómo el fascismo vive enterrado en la inmediata superficie que no aciertan a tapar nuestros pies. La autoridad del populismo devorando universos que nunca aprendieron a caminar.

Pink es el fugitivo de una infancia rota, donde la muerte de su padre en la guerra y el control de una madre que no aceptará otra pérdida lo convierten en un espíritu en contradicción permanente, en un creador de medio calado que no consigue expresarse; su pasado toma la iniciativa y se manifiesta por delante de su talento, transformándolo en un animal enjaulado; en su celda, yacen las manos que no supieron componer.

La alucinación permanente en que vive, fruto de esa incapacidad de transitar entre la realidad y lo que debía haber sido su destino, le convierte en un fascista tremendo, una auténtica estrella del rock. Y el muro que lo separaba de su público se viene abajo, mostrando lo que su interior retenía, las melodías de una canción que ya nunca sonará.

Alan Parker llevó a la pantalla la alucinada historia de Pink. Realizó su mejor película, sobre un guión del propio Waters, y logró plasmar en imágenes la caída a los infiernos de un ser que nunca llegó a ser nada especial, y que sólo como dictador insensato consigue hallar su espacio en una sociedad construida alrededor del muro en que se convirtió su mente junto antes de enloquecer.

Y si una canción relata ese descenso a la nada, ésa es Comfortably Numb. Compleja lucha entre las estrofas que relatan la esperanza del niño y las que muestran oscuridad de la actualidad, intentando entender la conexión entre ambas realidades, los rastros de la madurez en una senda que se agota.

Ese vaivén de luz y sombras no se define hasta el final, cuando el último solo de guitarra de David Gilmour impregna de un dramatismo feroz la transformación de aquella escuálida crisálida soñadora en una bella mariposa asesina. Pocas veces un instrumento me ha transmitido tan nítidamente lo que está sucediendo en una canción, lo que esconde una metáfora que desaparece para desvelar sin tapujos la historia de un protagonista que nunca estuvo preparado para serlo.



Estremecedor. Esas seis cuerdas parecen haber nacido para abrir el corazón de Pink. Duele escucharlo.

18 comentarios:

Araceli Merino dijo...

Buena reflexión esta confluencia de algunos de los males de nuestro tiempo
transversalizados por la música, la literatura y el septimo arte.
Esta claro que la expresión artística
siempre responde ala realidad de su tiempo.

Ginebra dijo...

Increíble coincidencia, Psyco. Hoy, esta tarde, he puesto EL Muro en mi habitación, he visto la peli muchas veces pero hacía tiempo que no la veía. Es una buena película, un buen guión y por supuesto una estupenda banda sonora.
Es claustrofóbica, como tus letras refiriéndose a ella, me apuesto cualquier cosa a que hace pocos días que las has vuelto a ver...
Besos coincidentes.
p.d. me gusta como lo contaste

PSYCOMORO dijo...

Muchas Gracias, Araceli; un placer tenerte por aquí. Sí, siempre me ha parecido que en ese tránsito entre expresiones artísticas es donde reside la magia de las perspectivas sobre los mensajes, sobre las realidades que nos acompañan.

PSYCOMORO dijo...

Hola, Ginebra. El mundo está hecho de pequeñas coincidencias y grandes maravillas. Muchas gracias por tus palabras. Te sorprenderá saber que hace años que no la veo, pero soñé el otro día con sus imágenes, y con ese solo de guitarra que dice más que mil palabras juntas. Besos correspondidos.

Ana dijo...

Volver a casa de la fría Europa y reencontrarse con tus maravillas es siempre un placer, Montaraz. Es increíble como penetras en la cancion y la revientas. Siempre fue mi tema preferido de The Wall, y uno de los favoritos de Pink Floyd junto a Wish you were here, pero la he vuelto a escuchar varias veces siguiendo tu escrito y es como si la hubiera escuchado por primera vez. Algun día haré una lista de la cantidad de cosas que aprendo leyéndote. Un beso de pura admiración.

NoSurrender dijo...

Esa canción abre el alma, desde luego. Duele escucharla porque parece que nos escuchamos a nosotros mismos en algún lugar oscuro que nos pertenece. Qué buena canción, sí.

PSYCOMORO dijo...

Hola Ana. Mencionas otra de las maravillas de Pink Floyd, ese Wish you Were Here dedicado a la demencia de Syd Barrett; totalmente de acuerdo. Tus palabras son tan amables como siempre y esa lista de las cosas que aprendes, bien, no son mías, sólo me limito a mirar y dejar que las palabras se escapen hacia donde ellas quieren ir. El mérito siempre es de quien les ha enseñando el camino antes que yo. Te devuelvo ese beso algo ruborizado.

PSYCOMORO dijo...

Hola, Lagarto. Me alegra que compartas la admiración por esta canción, realmente el dolor es necesario cuando sirve para descubrir esos lugares oscuros que también somos nosotros. Sentirse acompañados por un tema como éste, resulta un verdadero lujo.

Anónimo dijo...

La legión de amigos y admiradores de la bella Ana también estamos rendidos ante tu encanto Psycomoro. Es un placer leerte y decubrir cosas ya vistas de modo diferente. Toco la guitarra desde hace veinte años y he imitado ese solo muchas veces pero hay algo que no puedes copiar y es ese dolor que comentais. Eso no puede hacerse sin entenderlo. Leyendo lo que has escrito tengo ganas de volverlo a intentar porque me has abierto un monton de luz para entender lo que tengo que sentir. Gracias Maestro !

MININAA dijo...

1. MININAA Dice:
23 de Enero de 2007 a las 11:19 pm
Creer en Algo
NO CREO en conseguir a una persona que nos “llene la vida”,
CREO en una vida llena para poder compartir la felicidad con otra persona.
NO CREO en que el amor lo genera alguien,
CREO en que el amor está en nosotros, si hemos llegado a crecer lo suficiente como para desarrollarlo y mantenerlo, y que de pronto se dispara por personas que comparten pensamientos y sentimientos.
NO CREO en la exclusividad de dar y estar,
CREO en una actitud frente a la vida integral, con diferentes
expresiones pero sin condiciones.
NO CREO en el “amor” a primera vista ni en “creer en alguien” en muy poco tiempo,
CREO en hablar el mismo idioma, en el “feeling”, en la comodidad de estar cerca, en conexiones de energía, como los ríos que se unen en un mismo curso.
NO CREO en el amor de hoy prometido para toda la vida,
CREO en el respeto y en la sinceridad. En el amor maduro que nos deja espacio para crecer juntos…
CREO en el amor que dos deciden, en el amor que nos da la gana de compartirlo… sin presiones… sin exigencias.
NO CREO en esfuerzos “unilaterales” por llegar.
CREO en la naturaleza del fluir y coincidir. El estar centrados para escuchar hasta donde podemos llegar. Para equilibrar sin sufrir.
NO CREO en amar sufriendo,
CREO en amar con armonía. En que el amor es más y nunca menos.
En el “te quiero” sin porqué…
NO CREO en amores que coartan, en amores que frenan.
CREO en las relaciones que nos apoyan en los malos momentos, que leen la mirada… que sonríen con el alma… que están…!
NO CREO en callarse por no dañar…,
CREO en la comunicación como la mejor vía para construir, coincidir y decidir.
CREO en la absoluta sinceridad al decir “te amo” y también al decir
“me voy”.
CREO en que la vida la construimos nosotros y CREO en la frase que dice…”La vida es 10% lo que nos sucede y 90% cómo reaccionamos a ello”, y lo único que nos puede asegurar que así sea, es tener la valentía de enfrentarla sin miedos en el presente ya que el mañana podrían no estar…
CREO completa y ciegamente en el AMOR
Puro, integro, incondicional, cálido, ése que es tan profundo,
como sensación, como belleza, como entrega, que en esencia no se
diferencia del maternal, del fraternal, de la amistad, del de pareja.
CREO que debemos asegurarnos cómo lo hacemos llegar, porque nos toca puntos distintos, pero al final es uno solo… el que está en nosotros como consecuencia de tener mente, emoción, sentimientos y corazón.
BUENAS NOCHES A TOD@S

PSYCOMORO dijo...

Vaya, amigos de Ana, no sois sólo bienvenidos, sino que nunca me hubiera podido imaginar que mis palabras pudieran servir para que alguien que no sea yo pueda expresarse. No se me puede dar una mejor noticia y te lo agradezco. Suerte en ese viaje de varios sentidos.

PSYCOMORO dijo...

Minina, des del 2007; bienvenida a este espacio de tránsito entre pasado, futuro, amor y humor a raudales. Creer es tan necesario como descubrir que no necesitas hacerlo, supongo.

Anónimo dijo...

Es una de las canciones más importantes de mi vida por cuestiones muy personales. Me ha encantado tu lectura de la misma porque pensaba que la única que me estremecía con ese final agónico. Cuesta mucho encontrar gente con la que compartir las cosas que te marcan y en este blog me ha pasado. Eres muy buen escritor, tienes algo publicado que se pueda leer? Por ahora voy a recuperar entradas antiguas.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Anónimo. Me alegro por haber acertado con la canción. Lo siento pero todo lo que tengo está aquí; no hay publicaciones porque me costaría participar en más alardes de castigo al prójimo. Me doy por satisfecho si consigo no ofender demasiado desde este loco rincón.

Anónimo dijo...

Brillante escrito. Arrollador y comprometido con una forma de ver las cosas muy interesante. Provocas volver con nueva fuerza sobre cosas conocidas como ya decían los anteriores comentarios. Enhorabuena.

PSYCOMORO dijo...

Muchas gracias, Anónimo. Me alegro de saber eso que explicas acerca de volver a transitar caminos ya recorridos de una forma distinta. Gracias y hasta la próxima.

Achlys dijo...

todavía recuerdo de pequeña el muro
y me percato de lo que cambian las percepciones conforme vas creciendo
a veces suena igual
a veces distinto
depende de tantas cosas

un saludo

PSYCOMORO dijo...

Sí,Achlys, es lo mismo que me sucedió a mí. Sencillamente un día soñé con la película, con la canción; en ese momento tuve la seguridad de que las mejores cosas con las que cambian sin que te percates. Son cajas llenas de sorpresas. Gracias por pasarte por aquí.