9 de febrero de 2009

Herida

La puerta sangra al dejarla entrar.
Umbral que explota en aromas y sudor;
espasmo, juego; dilatación y cadenas.
Colgó su nombre junto al último tipo,
contra la pared de sonrisa y metal;
allí las leyendas inventan sus dioses.
Ya no puedes arrancarte los ojos
cuando han aprendido a querer:
saben que nadie vive sin aliento
y que ella se vuelve polvo y trigo
cuando aparta su pelo sin orden y
los restos de aquello tan extraño
que se derramó sobre sus pies.

Y tus ojos se vuelven contra todo,
junto al resto de animales de cristal;
rendidos, estúpidos; salvajes soldados

de sexo duro y desierto que ahoga.
Ella es la dulce mentira que no fuiste,
el calor que te sube por la espalda y
te lame la herida que dejó de sangrar.
Se acerca a ti desde el fondo del sueño,
con sus apretados puños de amor y verdad;
te recuerda el dolor de vivir encerrado
en la jaula de los vencidos sin luchar,
mientras tu sexo hierve enloquecido en
los negros bordes de la cuchara de plata.

Y camina sobre ti, partiéndote en dos,
tránsito leve hacia locura y fondo de mar.
No puedes moverte cuando estás en ella,
irritación agitada, lengua y espejos;
sólo importa el deseo de seguir ahí,
adorando lo que sus piernas apartan,
exhaustos restos de miel y lamento.
No puedes dejar de girar sobre ti,
buscando una de las mil razones
que deberían lanzarte lejos de
esa ardiente, antigua herida de papel.
Y sí. Gritas y te abandonas sobre el calor y
los suaves pasos de quien nunca estuvo allí.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Caliente y sexy, montaraz. A quien dejas entrar tú en tu habitación? Me propongo como candidata! aunque no creo que esté a ese nivel. Me ha gustado mucho. es excitante. Ana

Anónimo dijo...

El sexo es poesía o la poesía es sexo.
Es difícil describir las sensaciones que se experimentan. O al menos para algunos.
Mis sinceras felicitaciones, exhausto amante poeta.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Ana. Digamos que más bien no impido a nadie que entre; eso dispara metáforas y regala el doble sentido de estar siempre donde no debes. En ocasiones las manos abarcan cosas que no sabes explicar, ese es el misterio que hace del sexo lo que es, todo ese calor que nunca recuerdas controlar. Beso.

PSYCOMORO dijo...

Este exhausto amante que destroza la poesía no puede contestarte... sólo sé que las dos cosas riman de maravilla cuando las acaricias. Gracias.