28 de enero de 2009

In Treatment

Ya hubo una entrada dedicada a la TV y a lo que sucede en esa caja que solía estar poblada por tonterías. En este país nadie parece haberse dado cuenta, pero en otros lugares del mundo alguien ha descubierto que ahí dentro también puede sobrevivir la inteligencia.

Mientras las series nacionales siguen repitiendo alocados patrones sin ton ni son, joyas como In Treatment demuestran que se puede disfrutar de diálogos de una complejidad emocional digna de los mejores largometrajes sin por ello abandonar un formato que empieza a obsequiar rincones impensables.

Cortos episodios de media hora recorren el doloroso camino que cuatro pacientes transitan de la mano de su psiquiatra (indispensable Gabriel Byrne); son cuatro historias diferentes pero unidas por la desesperación de no saber hacia dónde mirar. Cuatro días de la semana, cuatro momentos sin final ni solución. Y el viernes le toca el turno al propio psiquiatra, que vive tan perdido como sus pacientes, deshinchado por la imposibilidad de evitar que todo ese dolor se le escurra entre los dedos.

Conversaciones de mucha, mucha altura; interpretaciones más que sobresalientes y profundidad de carga en la solución de las historias. Todo brilla a una altura incontestable. Cuando uno de los casos parece perder interés, se recupera reflejándose en las imperfecciones del médico enfermo, que asiste impotente a cómo los naipes le caen encima cortando como nunca.

Detrás de la idea se encuentra Rodrigo García, hijo de Gabriel García Márquez; nunca me gustaron demasiado sus escasas incursiones en el cine pero aquí hace gala de un dominio de la puesta en escena y el tiempo narrativo que le van como anillo al dedo y que, de paso, demuestran que la mesura puede ser también explosiva.

Y entre todos sus episodios, uno de ellos destaca por encima del resto. En la semana octava, en la última sesión que Paul tiene con Gina (una espléndida Dianne Wiest), ambos psiquiatras experimentan su particular “almuerzo desnudo” cuando Gina descubre qué es lo que sobrevivía atravesado por el extremo del tenedor, cuando Paul descubre lo muy equivocado que se puede llegar a estar cuando no se mira hacia el lugar donde suceden las cosas.

El monólogo que lanza la actriz estremece desde su verdad, incrustándose por méritos propios en la historia de la televisión; vivirá allí, junto a otros momentos como el impresionante final de la tercera temporada de Lost o el aterrador desenlace de Twin Peaks. Son instantes que sorprenden porque parecen desubicados en la pequeña pantalla pero que demuestran que estamos viviendo una verdadera revolución en la validez de las formas de expresión cinematográfica, y que esa revolución la tenemos sobre la alfombra del salón. Sólo hace falta abrir los ojos y respirar profundo. Vale la pena.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto está muerto, montaraz. Dónde se esconde la gente? Menos mi compañera de fatigas, nadie se mueve. Pero tu no lo dejes nunca, por favor. En eso pensaba el otro día; si un día simplemente dejas de escribir este blog, yo no sabré nada más de ti. Es injusto!

Estoy loca por Gabriel Byrne. Ha sido compañero de sueños inconfesables durante mucho tiempo. Llevo diez episodios de In treatment y me parece triste, profunda, insuperable. Laura. :)

Anónimo dijo...

Gabriel Byrne.... He's mine!!!! Con permiso de Laura. Soy otra fan, confesable, y virgen en el terreno virtual, así que no he tenido ocasión de ver "In treatment". Estaré en ello de inmediato. Besus Psycomor!

PSYCOMORO dijo...

Vaya Ana, desde luego un personaje interesante el de Laura en "In Treatment"; no me extraña que no te importara ser ella, aunque más por Gabriel Byrne que por el personaje que interpreta; ese psiquiatra es terreno pantanoso en sus dudas de disfraces.

No te preocupes, de momento no pienso dejar esto y, si lo hago alguna vez, dejaré de hacer aquello que más se acerca a lo que me gusta ser. Entonces definitivamente será mejor no saber nada de mí.
Gracias !

PSYCOMORO dijo...

Pues te recomiendo que te dejes llevar por la serie; el señor Byrne está espectacular pero además podrás disfrutar de momentos que se acercan a aquellas dolorosas autopsias emocionales de las películas de Cassavetes o del Woody Allen más dramático; implacables cirujanos de los silencios en suspenso.

Besos de vuelta.

Anónimo dijo...

Acabo de ver uno de estos episodios, y he llorado en silencio, como se llora cuando te sabes cómplice de los mismos sentimientos. Soy también fan, muy confesable, de este psquiatra.

PSYCOMORO dijo...

Ese es el peso de lo que sugiere; sigue resultando extraordinario que según que temas sean motivo de tramas televisivas. Ahí radica el poder de esta primera temporada de In Treatment: las reacciones y motivos de los personajes no suelen resultar extrañas. Eso te acerca a la ficción, pero también te entristece cuando entiendes las palabras y por qué están donde están. Es el motivo más inconfesable que te lleva a sentirte parte de algo, pero, si llegas ahí, sólo puedes esperar a la siguiente puerta. Como un juego de consecuencias condenadas a alargarse en el tiempo.