Ni un día más

La razón es lo que más echo de menos,
lo que me llevó a caer entre tus piernas;
la primera orden y su arena de cristal;
giro la vista contra lo que me golpea,
intento mirar desde aquella esquina,
espacio torcido de pulmones y asfixia.
Y el sudor me hunde hacia adentro,
entre manillas que amputan recuerdos
y el fondo caliente de mis dedos rotos,
que sólo sonríen cuando se pliegan
y acompañan a tu partida locura.
El misterio que me pide que me quede
es el mismo que entonces suplicaba
que no dejara pasar ni un día más.
Por eso sigo aquí.

Camino por el techo de mi rostro,
escribo en los espacios náufragos de
aquella habitación llena de espejos;
vacío mis sentidos responsables y
camino sobre algo demasiado parecido
al acantilado que se lanza desde
tu ombligo a mis dos pies desnudos;
aprendo a cruzarlos mientras rimo
mi próxima excusa con el último beso
que se quedó tan cerca de no existir,
tan cerca del paso que no supe dar.
El misterio que me pide que me quede
es el mismo que entonces suplicaba
que no dejara pasar ni un día más.
Es por eso que sigo aquí.

Ya no sé de dónde vengo ni hacia
dónde debería empezar a huir.
Todo sigue colgado de aquel extraño,
aquel húmedo mundo de coincidencias
en que se convirtieron tus sábanas,
cuando no podían entender nada más
que todas las pequeñas cosas que
sólo nosotros nos sabíamos explicar.
Explotamos contra todos los rincones,
Justo antes de comprobar la carga y
descubrir de qué estábamos hechos.
Y el misterio que me pide que me quede
es el mismo que entonces suplicaba
que no dejara pasar ni un día más.
Es la única razón por la que sigo aquí.