16 de agosto de 2008

Aimee Mann

El otro día me preguntaban qué hay de malo en la música comercial. La verdad es que no lo sé porque nunca he pensado que fuera mala. Otro cantar es la forma como se cultiva y qué nos devuelve la cosecha. Se vende por repetición y pura extenuación (me encantan esos anuncios de politonos) y el peso del envoltorio nos aleja en ocasiones de grandes temas que merecían un mejor futuro. El ejemplo de este año puede ser el Umbrella de Rihanna, pero sólo hace falta recordar hace un par de años el impresionante Hey Ya! de Outkast. Grandes temas en un sobre de papel de estraza.

Todo eso me hizo pensar en el caso de Amiee Mann. Hace música convencional en su forma, cercana a aquello tan extraño que se ha venido llamando “el gran público”, pero apuesta definitivamente por unas cuotas de calidad, escondidas tras aquella evidencia, que rozan la genialidad en su construcción de melodías, probablemente entre las mejores que pueden escucharse actualmente.

La pregunta es por qué un disco como su reciente @#%&*! Smilers, donde se acumulan las grandes canciones una tras otra, no es un gran éxito. Es una música directa, popular y de muchísima calidad. Es todo un misterio.

El no recibir el apoyo de los medios es algo tan injusto como desproporcionado lo es en ocasiones tenerlo. No te encuentras demasiados discos en los que puedas escuchar más de cuatro buenas canciones; cuando contienen diez, estamos ante un ejercicio marciano. Amie Mann debe proceder de algún sitio muy lejano.

Como dijo recientemente Rufus Wainwright en una entrevista, si no existiera, tendríamos que inventarla. Una de las mejores voces femeninas que pueden escucharse y una escritora sensacional.

No. Nada que decir contra la música comercial; menos si tiene tanta calidad como este temazo. Parece fácil, pero esa melodía no sale de la nada; vale su peso en oro. Vaya canción; parece tan sencilla que es imposible imaginársela mejor. En un mundo perfecto habría sido número en medio planeta:

Se dio medianamente a conocer por su gran aportación a Magnolia, la maravilla con la que Paul Thomas Anderson nos visitó como el nuevo Robert Alman. Después se nos descubriría como el Stanley Kubrick del siglo XXI con There Hill be Blood (hoy por hoy, sencillamente es quizás el mejor director de cine que hay).

De aquella banda sonora, Save Me. En directo canta todavía mejor… preciosa canción.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

very very nice woman... I like your favourites artists. Thanks

PSYCOMORO dijo...

Thanks; it's great to meet people to share what you really like. Acutally, I am sure that it is the main reason why you liked it. And yer, she is a really nice woman.