Imposible. Las palabras no pueden disolverse. Tampoco se fundirá nuestra responsabilidad porque ya no podremos esperar a que seas tú quien hable. Nos dejas; pero carga en tu mochila la certeza de que tu voz se queda entre nosotros; y con ella, la libertad de gritar siempre lo que quieren que callemos. Gracias, Maestro.
22 de junio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Pues estupendo homenaje a alguien que bien lo merece. Era un tipo genial, único, y sí, sus palabras se quedan con nostros, en nuestra memoria y pasarán de generación en generación. Nunca se disolverá.
Besos
Estupendo hombre, el que nos deja; basta con comprobar lo incómodo que resulta al Vaticano, incluso después de muerto. Ahora nos queda la responsabilidad de evitar la ceguera contra la que nos alertaba; eso y el recuerdo de su defensa de los más débiles. Besos.
Siempre al lado de los desfavorecidos. El otro día leí cómo había defendido a la gente de Chiapas, no lo sabía. Me parecía de una integridad sublime, una generosidad serena y lúcida.
Un abrazo fuerte.
Vivió con la intención de no olvidar a nadie que necesitara ser recordado. Deberíamos ser consciente de la responsabilidad que debe implicar admirar a alguien así. Algunos ejemplos deberían cundir más a menudo. Un abrazo, Virgi.
Publicar un comentario