31 de diciembre de 2009

Las pequeñas cosas salvajes

Si intentas entender por qué miran de esa manera, descubres que has perdido práctica desde la última vez que hiciste algo por el sencillo placer de hacerlo. Puedes perder millones de segundos intentando mirar el interior de un niño y éste nunca te mirará a ti, porque no lo necesita. Recibes la correspondencia de un gesto extrañado, entre alucinado y dolorido.

Sus pequeños hombros se encogen y descubres que nunca podrás acercarte más; porque la emoción sólo depende del universo en el que habita. Tu mundo y el suyo no tienen nada que ver; de hecho, tienes la impresión de que ni siquiera llegaron nunca a conocerse. Sencillamente sabes que el tiempo juega a favor de los fuertes. Encoges tus grandes hombros y actúas con la injusticia del que no tiene nada que perder.

Y no sabes ni cómo ha sucedido. Un día simplemente dejas de aprenderlo todo y te limitas a sobrevivir con lo que necesitas; supongo que ese día coincide con la madurez y la esforzada certeza de que lo que te viene encima va a ser mejor que lo que abandonas. Te conviene. Básicamente porque no hay vuelta atrás.

Pero sabes que algo se pierde por el camino porque hay viajes que se agotan al explicarlos. No se trata de esa necia nostalgia que te susurra que cualquier otro tiempo fue mejor porque eso nunca es cierto; somos los únicos dioses vivos de nuestros instantes. Es algo totalmente distinto.

Cuando miro a esas bellas y pequeñas cosas salvajes, me invade la sensación de que sólo puedo hacer las cosas medio bien. No puedes tomar decisiones desde una altura que te esconde los pequeños detalles. Y aún así, tienes que actuar como el adulto en el que nunca te llegaste a convertir; y ser un padre. Relajas la espalda y sonríes. Esos locos enanos tienen tanta razón que nunca podrás dársela.

Acaba de estrenarse Donde viven los Monstruos (o el mucho más acertado, Where the Wild Things Are), la nueva entrega de Spike Jonze, ese cineasta extraterrestre, imprevisible con piel de fugitivo permanente . No es una clásica película para niños, al menos desde lo que pensamos que nuestros pequeños deben entender. Pero tampoco es una historia para adultos porque habla de tiempos que nos resultan demasiado lejanos. No es nada de todo eso.

Donde viven los Monstruos es un secreto contado con dulzura y comprensión; una puerta abierta de par en par sobre un mundo que sólo puede pertenecer a esos seres salvajes. Por eso resulta una película tan extrañamente tierna, tan violentamente libre. Un análisis profundo del poder explosivo de la infancia cuando los sueños deciden volverse en su contra. Y no se muestra como una pataleta sin sentido de un malcriado; es más bien el grito que lanza una tribu poderosa cuando despide al rey que nunca lo fue pero siempre estuvo ahí.

Porque siempre resulta extraño. Los ves correr hacia ningún sitio, como si el Diablo estuviera jugando a la peonza con su cabecitas, y te preguntas dónde quieren ir, cuál es ese destino que merece tantos esfuerzos. Revisas todos los rincones que esconden sus carreteras de colores chillones y no descubres nada. Por un momento quieres pensar que tan sólo intentan llamar tu atención con todos esos fuegos artificiales, pero no llegas ni a engañarte. Lo que sucede es que tú no estás ahí, que, en su mundo de monstruos apacibles, playas de dunas eternas y bosques voladores, tú no pintas nada. Porque el reino de la imaginación es para los corazones de goma.

Puedes sentarte y esperar; todo tiene su final. Pero también puedes jugar a recordar qué significaba ser un rebelde, agudizar el oído, ponerte una capucha de gato y entornar los ojos. Nunca maullarás como ellos pero pronto empezarás a ver las sombras de algo que no puede existir. Algo demasiado grande y peludo como para tener nombre, bolas de inmensas bocas y colas imposibles haciendo rebotar árboles que eran casas. Acto seguido, oyes unas voces nacidas para la leyenda, explicando historias al revés. Y el niño sigue ahí, con una sonrisa de oreja a oreja, divertido con el pozo en que se han convertido las órbitas de tus ojos.

Por fin entiendes que tu cuerpo no cabe por el paño de la cerradura, que tu seguridad siempre estará disfrazada de sombras, pero también descubres que hay cuentos para los que no sirven las palabras, cuentos que no pueden explicarse; todo cuanto puedes hacer es dejar que se posen sobre tu piel erizada, excitada por la sorpresa que produce descubrir que todavía quedan cosas bonitas que contar.

Recoges todo el aire que habías estado apartando de tus pulmones y se humedecen tus ojos, agradecidos por el detalle. Quizás todavía podamos aprender algo, pero tendremos que arrodillarnos como guerrilleros y mirar al mundo desde esa altura, olvidando por un momento que las cosas tiene un principio y un final.

Y ése es el lugar al que pertenece Donde viven los Monstruos. Cierro los ojos, pienso en la película y recuerdo la mirada de ese niño en el último plano, la mirada que le dedica a su madre exhausta. Es la mirada del único rey que ha merecido serlo.


Un montaje de imágenes de la película sobre una canción de la excelente banda sonora, en este caso una versión de ese loco maravilloso que es Daniel Johnston. Worried Shoes.



Otro tema. All is Love.


17 comentarios:

Ginebra dijo...

Esta peli pienso ir a verla, gracias Psycomoro. Me ha recordado tu reflexión, tu detallado análisis sobre la infancia y su manera libre de ser, por decirlo de algún modo, a uno de mis libros preferidos: "El Principito" (que siempre llevo en el bolso, siempre. Una nunca sabe cuando y donde tendrá ganas de leer). El mundo de los niños que los adultos no llegamos a entender. EL libro que es para niños y para adultos también.
EN fín, que me has convencido desde las primeras líneas. Besos de año nuevo.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Ginebra. Es curioso lo que ocurre con la infancia. Sabes que son mundos conectados de algún modo, pero distantes en el camino recorrido. Lo paradójico es que, en ocasiones, parece que sean más profundos los niños en su lucha de imaginación arrojada que los supuestos adultos en su compostura de conocer el final de unas historias que los superan. Disfruto mucho cuando miro esos ojos de curiosidad desbocada. Besos de año nuevo.

Araceli Merino dijo...

Tens una web molt atractiva i interessant. serà qëstió d'anar-te revisitant per saber que en penses de les pelis. Decop m'has fet pensar que fa temps que no vaig al cinema. Lúltima va ser Millenium-1. El temps em va passar volant. Feliç 2010.

Alguien dijo...

Un crítico, al que leo, decía no haber sentido nada al verla y la dejé a un lado, ahora ya no está en ningun multicine, y siento no haber ido a verla después de leer tus palabras.

No creo que haya un abismo entre el niño que fuimos y el adulto que somos. Es facil encontrar el rastro de ese niño, muy facil.

Todo lo que has escrito es... No sé que palabra poner pero me ha gustado mucho leerlo, gracias.

PSYCOMORO dijo...

Gràcies per la teva visita, Araceli. I per les teves paraules, que algú que fa fotografies com les que tu fas pensi això és més que una alabança. El cinema és una curiosa i inesgotable fons d'inspiració; val pena tornar-hi molt sovint. Feliç Any.

PSYCOMORO dijo...

Hola, Alguien. Un crítico al que yo leo, y respeto, también dijo lo mismo, pero mi interés por otras obras de Spike Jonze, especialmente por "Adaptation" me hizo arriesgarme. No es una película fácil y resulta complicado recomendarla porque deja un poso entre frío e incomprensible que puede resultar incómodo. De todas maneras, desde el segundo después de que finalizara, fue creciendo a pasos agigantados en mi recuerdo hasta convertirse en algo muy especial, una reflexión bastante más profunda de lo que podría parecer acerca de lo que tú comentas. Viene a defender con valentía que la distancia entre niños y adultos tampoco es tan grande; es algo mucho más asequible. Lo miedos y las ilusiones nos unen. Muchas gracias a ti por tus palabras y por seguir pasándote por aquí.

Alguien dijo...

Puede que nuestro sueño de pequeños era alejarnos de aquellos que nos querian y buscar otros amores, ser mostruitos...

Pero, esa mirada de nuestra madre, ese amor inmenso, generoso que nos hacia sentirnos muy especiales, esa mirada, ese amor, lo buscamos en otros ojos.

Esa mirada especial que tu cuentas haber descubierto en los ojos del niño al encontrarse con su madre.

Puede que esos sentimientos,en su busqueda, en su reencuentro se nos vaya la vida.

Anónimo dijo...

Me superas! Leo tus escritos y me parecen maravillosos, pero no te alcanzo. Mi paleta de colores es mucho más reducida, y contemplar lo que puedes hacer con la tuya me provoca una mezcla de admiración y de toma de conciencia de mis propias limitaciones.
No dejes nunca de darnos estos maravillosos regalos!
Besos renovados.

PSYCOMORO dijo...

Sí, Alguien, esa mirada dice un montón de cosas. De hecho, se crea un vínculo inverso, como si quien actuara con sabiduría y ternura fuera el hijo ante la madre, superada por las circunstancias. No deja de ser un intercambio sostenido de generaciones que van a sobrevivir seguro. Es un mensaje que no puede ser más positivo.

PSYCOMORO dijo...

Hola, Anónimo. Intentaré no dejar de hacer nunca lo que me gusta; y eso definitivamente incluye dejarme caer por aquí. Digamos que es un rincón de bar oscuro plagado de buenas compañías. Muchas gracias por lo que dices, pero piensa que no hago nada muy diferente a mirar lo que me rodea y olvidar un par de reglas. El resto acude sólo. Besos agradecidos.

Claudia dijo...

A menudo los hijos se nos parecen,
y así nos dan la primera satisfacción;
ésos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.

Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.

Este Joan es un genio!

Un besito de gnomo, como los que dabámos de niños!

Claudia dijo...

PSYCO, estas navidades he estado bastante unida a mi infancia ya que he visto y oido cosas que hacía con mis primos y la verdad es que te entra un no se qué por dentro que da penilla y alegría a la vez, jeje, qué raro, ¿verdad?.
Una de las cosas que me gustaría hacer en el futuro es trabajar con los niños y el arte, porque tienen una visión de la vida y del arte que me vuelve loca de risa por su genialidad con todo.

La película me gustó mucho, es muy tierna!

Un besazo grande grande

PSYCOMORO dijo...

Hola, Claudia. Precioso(s)comentario(s)y nada mejor que echar mano de Serrat para ver las cosas claras. Estoy seguro de que el arte o los niños te estarán esperando con los brazos abiertos; tanto una como los otros sólo necesitan gente que pueda mirarlos con ganas de aprender. Están allí, pidiendo que alguien les preste la atención que merecen. Seguro que eres un buen hogar para ese tipo de cosas. Un besazo.

Anónimo dijo...

Me encanta como escribes aunque no siempre esté de acuerdo con lo que dices, como en este caso de los niños. No creo en esa maravilla que es la infancia y que en la que parece que todo es maravilloso, creo que tenemos idealizado algo porque lo recordamos con un cariño que nos inventamos de adultos. Quizás sea muy pesimista pero lo de la sonrisa del niño no me lo creo. Y soy padre de dos hijos pero creo que no les ayudamos pensando que su mundo es perfecto porque no creo que lo sea. Aún y así, muchas felicidades por el diseño, las fotografías y sobre todo la manera de escribir. Creo que tienes mucho talento.

lafera dijo...

Feia temps que no visitava casa teva.

Pensava que treballava en el món de l'educació perque pot ser podria ajudar a algú, no sé ben bé a què. He descobert que són ells els que m'ajuden a mi. Res d'equilibris. De vegades em descobreixo trista perque penso que els estic marcant el camí aquest en el que quan te n'adones ja has perdut alguna cosa.

Espero que siguin llestos, no em facin cas, i que encara que aparentment hagin fet el camí, guardin allò importatn en algun lloc, per agafar-ho quan els faci falta.

Un petó.

PSYCOMORO dijo...

Hola Anónimo. Creo que estás bastante cerca de cuanto parece defender la película. No habla de mundos fantásticos donde todo funciona porque sí, sino de realidades ajenas a los adultos dondes las cosas no son nada fáciles, donde afloran problemas por los que hay que luchar; es un lugar donde se ríe y se juega, pero también se sufre por no poder explicar el destino de los sentimientos. Muchas gracias por tus palabras; a mí me encanta que no estén de acuerdo conmigo !

PSYCOMORO dijo...

Fera ! Et trobava molt a faltar, pensava que ja no hi tornaries per aquí. Un plaer retrobar-te.

Et prenc la paraula i no et faig cas... No hi ha tantes persones que puguin marcar un camí que sigui digne de seguir i tu ets una de elles. No importa si sempre encertem en les nostres decissions; és més important que creiem en el que estem fent. I tu ho fas. I ells ho noten. Aquest és l'equilibri.

Un petó de nova benvinguda.