En un mundo devastado por una enfermedad viral, dos hermanos intentan alargar sus expectativas de vida, embarcándose en una fuga sin retorno hacia la playa donde solían pasar los veranos con sus padres, como si recuperar el pasado fuera el único bálsamo posible contra el contagio inevitable.
En esa ruta de sueños que se rompen antes de dormir, les acompañan la novia de uno de ellos y otra chica que se les ha unido durante el camino. Irán tomando contacto con otros supervivientes, moradores de un mundo que se está deshaciendo. Entre ellos, un padre con su hija infectada, que protagonizan la que probablemente sea la mejor secuencia de la película, de una veracidad y dramatismo sangrantes.
Es quizás ese detalle el que marca las diferencias entre esta apuesta y otras semejantes; el fatalismo con el que se describe cuanto sucede; la teoría de Hobbes que aseguraba que el hombre es un lobo para los otros hombres toma cuerpo de dogma existencial cuando colocas a la raza humana en situaciones extremas. Me temo que ya es tarde para aprender a ser personas.
Prefiero ignorar qué sucedería si lo imposible ocurriera, pero es difícil apartar la sospecha de que las cosas no irían especialmente bien. La seguridad de nuestra vida es un placebo que nos mantiene cuerdos; qué ocurriría si todo fallara, si las cosas sencillamente se desmoronaran. En otros rincones del mundo, ese es el día a día; pienso en el Sáhara y en el aeropuerto de Lanzarote, y me pregunto si estamos preparados para luchar por algo más que no seamos nosotros mismos.
Precisamente es el principal interés que desprende este tipo de historias; despojan al ser humano de la moral de las formas e imponen la lógica del animal enjaulado, que no puede dejar de pensar que alguien está viviendo mejor que él. Y que quiere la vida de ese alguien; y que quiere devorar, a ese alguien. El problema es que ese alguien pertenecía a un pasado que no va a volver.
Y no es el terreno avieso de la ciencia ficción balsámica; es una realidad que se pliega en búsqueda de sus circunstancias para explotar. Pienso en las guerras y veo ese teatro de fuego cruzado sin moral. Cuando armas a un grupo de hombres desesperados, las buenas noticias tardan en llegar. Sólo queda desear que no fijen sus ojos entrenados en tus desordenadas ganas de seguir viviendo. Si eso ocurre, la autoridad de la locura desatará sus infiernos.
Ése debe ser el inicio de casi todo; el ejercicio de un poder que creemos tan cierto como inalterable. El instinto de supervivencia se convierte en un arma de doble filo, un machete enloquecido que nos amputa las manos mientras avanzamos a través de un bosque que nos mira cansado de sentir compasión por la bestia; árboles hambrientos de lágrimas y promesas de goma.
En un mundo que se ha venido abajo, los supervivientes escriben reglas para creer en su propia autoridad. Son mandamientos llamados a crear pequeñas sociedades, pequeñas enfermedades con pies de barro que sólo retrasan su extinción; esas leyes que prometen velar por nosotros pero que sólo aciertan a contorsionarse y fallar cuando sus objetivos les muerden el trasero, con esa enorme sonrisa de alimaña que nunca piensa dejar de alimentarse.
Me pregunto si quedarían buenos chicos en un mundo así, quiero hallar la respuesta cuando me enfrento al espejo. Y agacho la vista y me pregunto a cuántas cosas sería capaz de renunciar. No espero la respuesta, me atuso la maraña de intenciones locas que se me ha encaramado al pelo y espero que nunca suceda nada que nos permita actuar como lobos. Porque lobos seremos.
13 comentarios:
Ví la película y he de decir que la temática de ciencia ficción relacionada con virus e infecciones me pone algo nerviosa...
pero no estamos aquí para hablar de cine, ¿verdad mi querido Psycomoro? Es una excusa para hablar del hombre en sí, de su verdadera naturaleza y como Hobbes, pienso que el hombre es un lobo para el hombre y que es difícil encontrar a alguien que luche por algo que no tenga que ver con su propio interés o beneficio (por éso la lucha de gente como Haidar me parece poesía y justicia).
Somos egoístas y además, al menos en los países del Primer Mundo, tenemos nuestra mente anestesiada a cualquier cosa que no sea comodidad y consumo... es asqueroso, Psycomoro, realmente repugnante.
Como siempre, bravo por tus ideas y por tu forma de plasmarlas. Me gusta tanto tu rincón...
Besos.
El cine es sin duda la gran lección de estética de nuestro tiempo, el nuevo foro en el que los ciudadanos de las polis desarrollamos nuestras reflexiones y nuestras valoraciones sobre quie somos y a donde vamos. Vamos que, en 2000 años, solo hemos cambiado el maquillaje.
Hola, Ginebra. Y a mí me gusta que te pases por él. Quiero mirar hacia delante y pensar que tendremos historias sensatas que construir, que va a quedar algo digno de ser explicado con las palabras dulces de la admiración. Siempre encontraremos esos rincones donde vale la pena tomarse un trago con gente que sabe sonreír. Y no conozco mejor inicio de la lucha. Besos.
Hola Araceli, bienvenida de nuevo. Tienes razón, pasan los años y aprecemos instalados en repetir errores del pasado, como si de la reiteración surgiera algo genuino. Sí, la estética depende del maquillaje, y de las palabras que usemos para regalarlo. Es el espacio de juego que nos deja el seguir disfrutando con lo que hacemos.
Las fotos son tuyas, Montaraz? Me encanta leerte, totalmente de acuerdo con Ginebra. Estar por aquí es un verdadero placer, uno de esos a los que no puedes renunciar. No te vayas a dejar influir por la falta de comentarios y nos des un susto, en esta época la gente está muy ocupada colgando bolas brillantes en árboles de mentira pero te seguimos un montón de gente. Si te sirve de algo eres motivo de conversación cada vez que quedamos con amigos y todos estamos enganchados a tu manera de escribir. También queremos más fotos!! Un beso. Ana.
Hola, Ana. Sí, las fotos las hice yo. Prometo alguna más. Los comentarios son algo demasiado personal como para que se tengan que esperar; no te preocupes, lo que me extraña es que haya tanta gente que ande por aquí. Si algún día se apaga esto, confío que esa no sea la razón. Un beso,
Ana, hablé demasiado rápido. Por supuesto, la última foto del lobo no es mía... Un beso
Esta película no la he visto.
Me gustan tus sentimientos y me gusta mucho leerlos.
Quizás nos han enseñado el camino equivocado para ser felices y nos hacen anhelar y desear lo que nos destruye y aniquila.
De todas formas, siempre he tenido miedo de no saber como reaccionaría pero, por las experiencias que tengo,creo que cuando te acorralan sale lo que de verdad guardas en tu corazón. Así que, tenemos que cuidar mucho lo que guardamos en él.
Me gustan mucho tus palabras, Alguien. Tienes toda la razón; supongo que nos olvidamos de cultivar esa pólvora en forma de promesas a punto de explotar que llevamos adherida al corazón. Yo también estoy seguro de que, si conseguimos luchar por ser diferentes en eso, todo iría mucho mejor. Un apunte positivo ante mi tendencia natural a arrugar el ceño es muy, pero que muy bienvenido. Gracias.
Somos lobos, psyco... claro que lo somos, y también ángeles capaces de soñar con mundos mejores, utopías, solidaridad, justicia..., no desfallezcamos, otro mundo es posible si nos hacemos conscientes del poder que, como ciudadanos, tenemos, poder que el Sistema quiere a toda costar adormirlar o, mejor dicho, asesinar.
Pero no, no olvidemos que somos lobos, también somos lobos... o supervivientes si queremos ser exactos. :)
Un besazo (tomo nota de tus películas, no creas)
Hola Lospasos; no puedes tener más razón. Puedes ver lobos cuando miras pero no puedes olvidar la responsabilidad que tienes de cambia lo que ves, y eso inevitablemente comienza por uno mismo. No es que podamos volar, es que debemos hacerlo. Un besazo de vuelta... gracias, pero no te fies demasiado de mí !
Lobos, infecciones y necesidad de cambiar las cosas antes de que sea demasiado tarde. No está nada mal. Gran Blog, amigo, de los más interesantes y apasionantes que sigo. Eres un gran escritor, aunque no te lo quieras creer.
Muchas gracias; me temo que sólo me creo lo que veo, y eso todavía se me escapa de las manos. Sea como sea, es un placer tenerte por aquí y contar con un apoyo así.
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