13 de diciembre de 2009

Bunny

Bunny Munro está muerto de frío. Es el último de una especie que nació para ser derrotada. Un miserable de peinado imposible y aliento de alcohol cuajado. Bunny es un loco follador roto por dentro, la sombra de habitaciones vestidas con papel que huye hacia el cielo. Es un lamento incómodo rodeado por sexos de labios tensados a punto de morder. A Bunny le encanta Avril Lavigne y es el único cabrón que entiende qué está pidiendo Kiley Minogue en Spinning Around. Minúsculos pantalones dorados con botones y promesas a punto de explotar.

Sí, Bunny está más muerto que vivo, pero tiene sus momentos; y un hijo, marciano de mirada triste y ecuación sin incógnita; y una mujer, suicida con recuerdos de pastillas y sexo con jovencitas colocadas. Circunstancias y pétalos metálicos con aroma de espinas y piel.

Él sabe lo que hace. Lo suyo es la venta de cosméticos; ricas, hidratantes y calmantes lociones de medianoche y cartón. Padre e hijo, armados con su Fiat Punto, tanque arrugado de guaridas injustas y palos de golf, surcan el rastro del sol derramado sobre el asfalto, huyendo de las cosas a medio hacer, alucinados ratones de cola de melaza. Vivimos en un extraño mundo de misterios azules y terciopelo mojado.

Cabalgando sobre caminos apretados como pubis recién afeitados, regalos de nada que no sea seguir mirando. Entrepiernas hinchadas con erecciones borrachas y la enciclopedia ardiendo, tirada en la calle. Quizás ya aprendimos todo lo que se puede saber.

Y ese crío, con sus ojitos de admiración compasiva, esperando en el coche, heredero de un nombre condenado; pobre Bunny Junior. El cansancio de un futuro que ya no cree en nadie descansa sobre sus escasas espaldas, dibuja su sonrisa de huérfano desquiciado. Resulta curioso lo poco que sangra la oreja de un niño; lo poco que duele, verla sangrar.

Alguien debería hacer algo por ese chico, pero Bunny Munro está agonizando de nuevo entre las piernas de su última cliente, rebotando mientras piensa en lo poco que le costaría asesinar a su padre, ese abuelo vengador de dientes partidos.

Son una familia caníbal en vísperas de la cena de navidad, con todas las invitaciones pendientes de un hilo. Ese niño debería tener unas tijeras para despedazar a la bruja y aplacar por fin este incendio genético; pero lo cierto es que Bunny Junior no tiene dónde ir y los reinos prometidos cada vez andan peor.

Se está agotando el combustible, engullido por una carretera que sólo pidió ayuda un segundo antes de precipitarse al absurdo. Ya no quedan atracciones que descubrir ni botellines que apurar; todo parece tan perdido que el pequeño Bunny Junior sólo ve luz en los ojos de la mantis macho después de su último polvo triunfal, justo antes de perder su estúpida cabeza. Piensa que al menos respiró esos instantes de patético orgullo; le envidia.

Y quiere a su padre porque es el único que no ha muerto, porque su padre es un bastardo inmortal. Se pasea con sus pantalones por los tobillos, enseñando quién es el jefe a cuantas damas quieran mirar, arrastrándose como un insecto de dimensiones imposibles que transita de cama en cama; sulfatos cósmicos y maridos ausentes. Y todo huele a cansado, como pequeños cristales vomitados hacia el interior de un coche conducido por pilotos averiados.

Quizás sea hora de volver a clase; quizás el tiempo de las aventuras ha expirado sin llegar a ningún sitio, sin la templada brisa de los finales felices. Nadie puede sobrevivir respirando en círculos porque el aire viciado te apuñala el pecho. Tarde o temprano llegan las lluvias y siempre se queda abierta una ventana en el piso de arriba.

La policía rubia se inclina sobre el chico y deja ver sus pechos de placa numerada. Demasiado pronto para no cambiar las cosas. Todo ha pasado y el sol calienta tanto que es imposible ignorarlo; alza la vista contra él y sabe que esta vez sólo están sus pequeñas manos apretadas contra un mundo demasiado grande.

“Oh, papi”. Se incorpora, consigue enfocar los estruendos que huyen por el desagüe de la tragedia y, como si fuera el torpe golpe de aire de una bofetada que no alcanza su destino, le invade la implacable certeza de que acaba de convertirse en un adulto. Fue así como llegó la muerte de Bunny Munro.


Son sólo los restos de la tormenta que se quedaron a vivir conmigo después de bucear en ese injusto mundo de perdedores que merodean La muerte de Bunny Munro, segunda novela de Nick Cave. Gracias por seguir ahí, Nick.

The Ship Song



De su reciente concierto en Barcelona. Un Baby, You Turn me On dedicado.



Otra más. Tan cerca. Into my arms



En el infierno, sólo se escucha blues.
Dig Lazarus Dig.

26 comentarios:

Ginebra dijo...

"The Ship Song" es perfecta, Psycomoro... todas lo son, me gusta Nick Cave. ¿fuíste a su concierto?. Lo que no sabía es que escribía, desde luego el libro no parece dejar indiferente. Cuando empecé a leer tu post, pensé: "Creo que Psycomoro se ha vuelto loco"... jejejejejeje, me alegro que sea un fragmento de una novela, jajajajjaaja.
Besos gélidos.

PSYCOMORO dijo...

Vaya, Ginebra, lamento confirmarte que efectivamente me he vuelto loco porque el escrito es mío... aunque inspirado en lo que me dejó tras de sí la obra de Nick Cave, ese poema de derrotados en busca de una salida. Fui al concierto de las dos actuaciones que cuelgo y fue sublime; Cave es muy grande. Besos algo locos.

Anónimo dijo...

Brillante, Montaraz. Se me acaban las palabras pare describir la cascada de emociones que me invaden cuando leo lo que escribes. Me gusta pararme línea a línea y disfrutarla. Eres bueno, jodidamente bueno. He leido La Muerte de Bunny Munro porque me interesa todo lo que hace Nick Cave que debe ser el hombre vivo más sexy sobre el planeta. Me gustó mucho su tono entre poético y alucinado, pero tu trabajo de inspiración en él me ha dejado sin palabras. Deberías dedicarte; estás perdiendo el tiempo hagas lo que hagas que no sea esto. Un beso. Ana.

Alguien dijo...

¡Qué mundo y que vida más triste!

Es como una pesadilla horrible y anhelas las nubes blancas en el cielo azul, ver a los niños jugar y reír y que tu risa y su sonrisa te curen de tanta oscuridad o la sonrisa de una ancian@ que ha perdido la memoria pero ha quedado en él su bondad y su sonrisa es un regalo que te envuelve de luz y de esperanza.

Apache dijo...

Espectacular Bunny Munro y entrañable tu texto (duro pero, entrañable) me a recordado a un viejo amigo que tendré que recuperar del cajón del olvido (Bukowski)

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Ana. Se me agotan los agradecimientos contigo. Haciendo lo que hago, escribo lo que escribo; al final, una cosa y la otra van demasiado ligadas como para pensar en qué pasaría si me dedicara sólo a una o la otra. Disfruto con esto y compartiéndolo; esa es la mejor de las recompensas. Un beso.

PSYCOMORO dijo...

Hola, Alguien. No creas, todo es fachada. En serio, soy feliz, creo que bastante por encima de la media; no pienso que el mundo, ni la vida, sean tristes (como tampoco creo que lo piense Nick Cave) pero ves lo que ves cuando te dedicas a mirar. Los niños juegan y algunos abuelos efectivamente deprenden bondad; lo sé, no lo dudes; y confío que siga siendo así por mucho tiempo.

Tómate estos arrebatos como una lucha para que eso pueda suceder en todos los rincones del mundo, que pueda ser la constante de todos los corazones. De eso se trata, de saber que quedan caminos para recorrer, y que debemos hacerlo aquellos que podemos, precisamente porque somos felices.

Muchas gracias por tu comentario; prometo ser algo más luminoso en el futuro...

PSYCOMORO dijo...

Hombre, Apache, se te echaba de menos. Muchas gracias. Muchos han comparado "La Muerte de Bunny Munro " con las obras de Bukowsky y su inefable Chinaski; el propio Cave lo desmiente.

Creo que hay una diferencia importante; Bukowsky sentía cierta compasión por su personaje, lo entendía. Cave lo expone como un eslabón de una cadena que debe cortarse; la admiración que siente el hijo por su padre sólo se debe a la necesidad de compañía, no ofrece perdón. Supongo que son matices que marcan intenciones.

Claudia dijo...

PSYCO, siento la tardanza de verdad. He estado muy dispersa y bueno hay momentos en los que la vida te arrstra y aleja de las cosas que de verdad le hacen a uno estar agusto. Yo me siento feliz cada vez que te leo... Y tu último comentario ha hecho que despierte del letargo... Te echaba de menos!
Gracias! Gracias! Gracias!

Un besazo de todo corazón!

P.D.: No te digo nada del post porque estoy sin palabras! ;)

PSYCOMORO dijo...

No hace falta que digas nada, Claudia; tenerte de vuelta es suficiente para entenderlo todo. ¿Sabes qué? Me encanta ser el azote de tu letargo. Un beso agradecido.

Alguien dijo...

"Ves lo que ves cuando te dedicas a mirar"

Cada uno vemos lo que vemos por eso me gusta ver lo que tu ves

PSYCOMORO dijo...

De eso se trata, Alguien, de mirar en los rincones donde se acumula el polvo para no olvidar nunca la suerte que tenemos al vivir en una casa tan limpia. Y a mí me gusta compartir eso contigo.

Anónimo dijo...

No he leído la obra a la que rindes homenaje pero tu forma de escribir es arrolladora. Me gustan mucho todos tus escritos y la facilidad con la que vas usando las palabras con diferentes estilos. Eres brillante y demasiado modesto. Espero que eso no te limite porque leerte es un verdadero placer. Comparto mucho tus gustos musicales, cinematográficos.

Anónimo dijo...

He leído el libro y no puedo olvidarme del niño; me gusta imaginarlo de mayor, sonriendo, intuyendo que una sonrisa como esa no la consiguen demasiadas vidas. Todo muy interesante, Cave, tu, vuestra obra, vuestros fans, sólo falta que nos digas si cantas tan bien como él fuera de la ducha. Un beso encantado.

PSYCOMORO dijo...

Hola, primer Anónimo. Me alegro de que te guste todo esto y no temas, la modestia, más que limitarme, me permite no morirme de vergüenza haciendo lo que hago. Es como un analgésico. Gracias.

PSYCOMORO dijo...

Yo también me quedé enganchado al personaje de ese niño. Estoy convencido de que es la voz de Nick Cave, ese espectador entre alucinado y necesariamente comprensivo que necesita huir pero no puede dejar de mirar hacia atrás, sobre ese padre que se está hundiendo. Te puedo asegurar que no canto como él, ni en la ducha ni fuera de ella; tampoco me quedan tan bien las gafas de sol; ser tan sexy debe ser perjudicial para la salud. Un beso tan encantado de tenerte por aquí.

Anónimo dijo...

"Estoy maldito, pensó Bunny Munro, en un repentino momento de lucidez reservado a los que pronto van a morir" ¿Qué decir? Tan sensacional como tu escrito, Psyco, aunque quizás lo que tú escribes es todavía más impulsivo, directo, poético, de alguna manera. Me ha gustado mucho y mucho. Es un placer venir por aquí, como un ritual que siempre te llena. Un beso.

PSYCOMORO dijo...

Muchas gracias; me conformaría con imitar, viviendo en ese terreno entre la poesía y la conciencia de la propia condición en que se mueven estas historias. Mirar a veces es aprender todo lo que necesitas. Un beso.

Anónimo dijo...

Nick Cave es mi amor de juventud, adolescencia y seguro que de madurez. No soy imparcial. Me gusta todo de él, su música, sus letras, su poesía de desfase y esa mirada que te derrite. Nunca he podido ir a un concierto, pero creo que me moriría si lo tengo a menos de 1Km ! En serio, tu manera de escribir y el blog en general me encantan. Es uno de mis fijos, Psycomoro (curioso y enigmatico nombre).

PSYCOMORO dijo...

Pues gracias por pasarte por aquí; no quiero que parezca un regalo envenenado de bievenida pero debo decirte que estuve a menos de un metro de Nick Cave y tengo malas noticias; es bastante más simpático de lo que da a entender y mucho más sexy de lo que parece. Cuando te sonríe, no sólo te derrites, te quedas ahí, intentando recordar dónde has estado perdiendo el tiempo hasta ese momento. Pertenece a ese mundo exclusivo de los reyes de los grandes enigmas que no necesitan nombres curiosos.

Anónimo dijo...

No he leído el libro, pero tengo muchas ganas de hacerlo (después de leer tu entrada, incluso más!).
Aunque Nick Cave me encanta y me da miedo a partes iguales, por lo que creo que dejaré la lectura para más adelante, porque ahora no me veo con ánimos.
Muchas gracias por acercarnos a Cave y regalarnos tus palabras junto con su música.

PSYCOMORO dijo...

Sí, tiene esa bondad peligrosa y ambigua que no sabes por dónde te va a llevar, siempre en el límite del latido acelerado. No importa si la lectura llega ahora o más adelante; después de todo , contar con reservas de disfrute es necesario. Gracias, muchas gracias.

Anónimo dijo...

Vigor, rabia, compasión, poesía, mucha poesía. Te preguntaría por curiosidad cuánto tiempo empleas en escribir algo así o si lo revisas mucho pero prefiero no saberlo para no hundirme en un pozo. He publicado ya dos libros, aunque no puedo vivir sólo de esto; te leo y pienso que hay demasiada gente que debería dedicarse a esto en mi lugar. Mis más sinceras felicidades.

Anónimo dijo...

Joer, Psyco, siempre que te leo algo me sacudes por dentro, algo que me hace sentir viva... y me encanta¡

Gracias por seguir ahí, y sacudirnos a los perezosos que en el mundo somos

Un besazo largo, largo

PSYCOMORO dijo...

Hola, Anónimo escritor; eres muy amable pero estoy convencido de que dedicarse a escribir en un entorno tan cómodo como este poco o nada tiene que ver con enfrentarse a la tarea épica de escribir un libro. Sólo pensar en intentarlo me hace descubrir lo mucho que os admiro. Gracias.

PSYCOMORO dijo...

Hola Lospasos, gracias a ti por estar ahí porque vivos lo estamos todos cuando nos sentimos tan cerca. No debe haber nadie más perezoso que yo. Un beso.