Con el tiempo descubres que lo que te gusta y lo que acabas aceptando son cosas esencialmente distintas. En la música sucede algo parecido. Está claro que los círculos más o menos cerrados de creadores arriesgados se encuentran totalmente alejados de cualquier acceso humanamente posible y la dedicación que supone tomar contacto con ellos acaba condenándolos a este triste rincón donde ocurren las cosas importantes que nadie verá.
Al margen de estos locos deliciosos que nunca conoceremos, está esa divinidad intocable en su autoridad llamada la Industria (así, con reverencial mayúscula), que es quien decide qué escuchamos, cuanto lo escuchamos; dónde y cuando dejamos de escucharlo. A nadie se le escapa ya que la mayoría de éxitos actuales nacen de la repetición extenuante, de la inversión y su beneficio. Quemar y reponer.
Ese teatro de dinero corriendo desenfrenado explota cuando reúnes a un grupo de gente en una sala, cierras las luces, lanzas el volumen contra la resistencia del edificio y prometes que esa va a ser la noche de todo el que haya pagado su entrada. Es entonces cuando arranca mi extraño sueño de hielo.
Algunos les llaman discotecas, y quizás ese sea su nombre, pero a mí me recuerdan a cámaras frigoríficas; no por la gente que está disfrutando de esas promesas de goma, sino por las canciones que se van arrastrando como si se tratara del último desfile de todos los tiempos, la última oportunidad de esos pequeños seres antes de perecer congelados. Y nadie está por ellos. Sólo son circunstancias que se están muriendo.
A veces me quedo ahí, con ese vaso que me mantiene anclado al suelo y esos golpes de cabeza con escaso sentido pero que me recuerdan dónde estoy; y pienso en la canción que está sonando. Y recuerdo el verano en el que le hicieron pensar que iba a ser algo especial; en cómo sonreía, evitando pensar en las compañeras que ya no estaban ahí. Recuerdo también lo poco que tardó en llegar a la cámara y la ilusión que desprendía aquel reencuentro con viejas amigas. Seguro que ella tampoco puede olvidar cuando dejó de ser la última en llegar y las puertas se cerraron tras de sí; atronador futuro de edad de hielo.
Porque eso es lo que me imagino que sucede cuando no bailo. Pienso en aquellas pequeñas raciones de tres minutos durmiendo en el frío, esperando su momento de la noche, que no será diferente al del ayer ni más especial que el de mañana. Y cómo sonríen las recién llegadas, esos éxitos que todavía recuerdan el sol; me gusta pensar que disfrutan de esos instantes de atención, generalmente acompañados por gritos de júbilo y brazos en alto cuando hacen acto de presencia sus primeras notas. Lucen tan bellas antes de morir sonando.
Todas acaban ingresadas en el mismo rincón de fuego blanco, donde es intrascendente lo mucho que brillaras porque tu corazón sólo bate con los ritmos de la atmósfera controlada. Esas canciones que fueron alguien hoy son un todo helado, esperando que esa noche sea diferente pero seguras de que algún día sencillamente dejarán de sonar y nadie se dará ni cuenta.
Y a todo esto, reconozco que, por un general, no me gustan las canciones que suelen sonar en las discotecas pero siento un cariño ilógico por su existencia. Las veo como inmigrantes engañados con promesas de trabajo. Allí, esperando que las cosas mejoren con el gesto de quien ya ha pasado por eso.
En ocasiones me veo intercambiándome por ellas; mis sueños banales de héroe tuerto incluyen una liberación masiva de esos seres feos, helados en su condena. Me las imagino retornando a la luz para dejar de sonar, comprobando por fin que había un mundo fuera de la pena de seguir siendo lo mismo cada noche. Las veo correr en mil direcciones, esperando que nadie las recuerde y las fusile en la oscuridad de la nueva recopilación de grandes éxitos. Intentando recordar si aquello era la libertad.
Yo me quedo dentro y cierro con fuerza las puertas; conecto las cámaras para que vayan calentando y espero que llegue el primer invitado de la noche. Prometo diversión a raudales, el suelo arderá como nunca bajo los pies de los prometidos. Nadie notará la diferencia; todos bailarán como siempre. Pero yo sabré que todo es distinto; por fin notaré el descanso de quien acaba de abrir las fronteras. El frío avanza.
Pero cuando todo está a punto de instalarse en el punto de nieve, descubres que el baile también puede traer excitantes momentos de pura diversión, felicidad en cápsulas de gelatina verde. Sonrío cuando suena la primera canción y me doy cuenta de que algún día podremos apagar para siempre el frío y construir rincones soleados con canciones que están ahí porque quieren estar, porque conocen los misterios del ritmo; descubrirán el placer que se siente al tener un hogar, olvidando para siempre la sensación de vivir huyendo.
Himno aplastante llamado a reinar en ese nuevo mundo de luces y cristal. Kids de MGMT. Maravillosa canción.
Seres de otro planeta tentados por el baile. Tremendo Patrick Wolf. The Libertine.
Diversión sofisticada en la cuna de las voces de terciopelo. Del sublime primer disco de La Roux, I’m not your Toy.
Estoy fascinada en este preciso instante. No es la resaca de mi salida nocturna de ayer, no, es tu desbordante imaginación, jajajajaja, es genial como ves las canciones que un verano estuvieron de moda y como van a parar a esa cámara frigorífica que llamamos discoteca, es terrible, jajjjajajaja. Mientras alguien las baile cobran vida, ¿no crees?. De todos modos la música buena de verdad se libra de estar prisionera en esos congeladores, porque cada vez que sacamos un vinilo de su funda y lo ponemos en casa cobra vida de nuevo. Cada vez que bailamos las notas y las melodías renacen. No me gusta la música que ponen en los garitos y discotecas, me agobia el peso de los 40 Principales (o subnormales como yo les llamo)... me cabreo y a veces pienso que donde mejor estoy es en mi casa, que pongo lo que quiero escuchar y bailo lo que quiera bailar.... me sale más rentable. Besos de domingo.
¿¿Estás segura de que esa salida no influye ?? Gracias. Lo cierto es que, con el tiempo, deja de importarte qué es lo que se supone que es éxito y lo que no. Si piensas demasiado en eso, puedes crear algo así como un congelador propio y condenar al ostracismo canciones que son algo más que el éxito del momento. Supongo que esa es la gracia del talento, que asoma donde le parece sin convocar audiencia. Lo que sucede con el baile es que no deja de ser una parte tan consustancial a la música, tan ligada a sus orígenes, que sabe mal que no se profundice más en el sentido del ritmo y sus misteriosos caminos. En el fondo, la música de baile debería poder ser escuchada con sentido, esa relación íntima no dista tanto del movimiento. Un beso de domingo que se acaba.
Eres increíble, Montaraz. Tu inventiva no tiene límites; me encanta esa entrega por los derechos de algo que no te gusta. Bella metáfora de muchas cosas. Eres un cielo y un poeta. Es curioso lo que comentas acerca de la música. Estoy metida en el negocio y te puedo asegurar que es todavía más grave de lo que te piensas. Lo de la industria roza el esperpento, especialmente en este país. Estoy muy de acuerdo con lo que dice Ginebra.
Mira, por suerte o por desgracia viajo mucho por el tema de la música y te puedo asegurar que lo que pasa en este país con las discotecas no se repite en otros países; otros errores sí, incluso los superan, pero tú vas a muchos clubs en Londres, NYC o San Francisco y encuentras música, de verdad (DJ's, música en vivo, nada de revival). Lo de aquí es de juzgado de guardia.
Tu olfato para la música es implacabale, me encantan tus elecciones y la variedad de lo que escuchas. Y la industria durmiendo. Un beso. Ana.
Hola, Ana. Siempre asalta una duda, ¿escuchamos lo que queremos o lo que hay? Estoy contigo que parece muy limitado escuchar/bailar siempre lo mismo; quizás sea síntoma de la comodidad implícita al ser humano; pero hay más mundos después de lo confortable. Apuntas el tema de la música en vivo y los DJ's; totalmente de acuerdo en que vivimos una ausencia tremenda de creación en las discotecas; son rincones que serían ideales para eso. Y la gente seguiría bailando; la gente siempre baila. Como siempre, gracias por tus palabras. Un beso.
James Brown era el diablo. No podríamos entender el ritmo sin su aportación, sería algo totalmente distinto. Parece que el resto sean meros aprendices. Sólo Prince estuvo a esos niveles creativos. Me gusta mucho la entrada con la selección de música que has escogido; me encanta tu blog y sobre todo tu manera de escribir. Tienes mucho talento.
Sí, Anónimo, James Brown estuvo por encima de demasiadas cosas para intentar explicar la importancia de su legado. Esos ritmos endiablados se han instalado en la conciencia de cualquiera que sueñe con entender de dónde viene y hacia dónde se dirige la música. Prince era algo supremo, y aunque creativamente ya no es aquel genio incontestable, lo sigue siendo en directo, pero sigo pensando que la aportación de James Brown, por sorprendente, sigue siendo irrepetible. Los genios explotan en directo; a los dos los une eso. Gracias por tus comentarios.
8 comentarios:
Estoy fascinada en este preciso instante. No es la resaca de mi salida nocturna de ayer, no, es tu desbordante imaginación, jajajajaja, es genial como ves las canciones que un verano estuvieron de moda y como van a parar a esa cámara frigorífica que llamamos discoteca, es terrible, jajjjajajaja.
Mientras alguien las baile cobran vida, ¿no crees?. De todos modos la música buena de verdad se libra de estar prisionera en esos congeladores, porque cada vez que sacamos un vinilo de su funda y lo ponemos en casa cobra vida de nuevo. Cada vez que bailamos las notas y las melodías renacen.
No me gusta la música que ponen en los garitos y discotecas, me agobia el peso de los 40 Principales (o subnormales como yo les llamo)... me cabreo y a veces pienso que donde mejor estoy es en mi casa, que pongo lo que quiero escuchar y bailo lo que quiera bailar.... me sale más rentable.
Besos de domingo.
¿¿Estás segura de que esa salida no influye ?? Gracias. Lo cierto es que, con el tiempo, deja de importarte qué es lo que se supone que es éxito y lo que no. Si piensas demasiado en eso, puedes crear algo así como un congelador propio y condenar al ostracismo canciones que son algo más que el éxito del momento. Supongo que esa es la gracia del talento, que asoma donde le parece sin convocar audiencia. Lo que sucede con el baile es que no deja de ser una parte tan consustancial a la música, tan ligada a sus orígenes, que sabe mal que no se profundice más en el sentido del ritmo y sus misteriosos caminos. En el fondo, la música de baile debería poder ser escuchada con sentido, esa relación íntima no dista tanto del movimiento. Un beso de domingo que se acaba.
Eres increíble, Montaraz. Tu inventiva no tiene límites; me encanta esa entrega por los derechos de algo que no te gusta. Bella metáfora de muchas cosas. Eres un cielo y un poeta. Es curioso lo que comentas acerca de la música. Estoy metida en el negocio y te puedo asegurar que es todavía más grave de lo que te piensas. Lo de la industria roza el esperpento, especialmente en este país. Estoy muy de acuerdo con lo que dice Ginebra.
Mira, por suerte o por desgracia viajo mucho por el tema de la música y te puedo asegurar que lo que pasa en este país con las discotecas no se repite en otros países; otros errores sí, incluso los superan, pero tú vas a muchos clubs en Londres, NYC o San Francisco y encuentras música, de verdad (DJ's, música en vivo, nada de revival). Lo de aquí es de juzgado de guardia.
Tu olfato para la música es implacabale, me encantan tus elecciones y la variedad de lo que escuchas. Y la industria durmiendo. Un beso. Ana.
Curiosos y hermosos sentimientos.
Hola, Ana. Siempre asalta una duda, ¿escuchamos lo que queremos o lo que hay? Estoy contigo que parece muy limitado escuchar/bailar siempre lo mismo; quizás sea síntoma de la comodidad implícita al ser humano; pero hay más mundos después de lo confortable. Apuntas el tema de la música en vivo y los DJ's; totalmente de acuerdo en que vivimos una ausencia tremenda de creación en las discotecas; son rincones que serían ideales para eso. Y la gente seguiría bailando; la gente siempre baila. Como siempre, gracias por tus palabras. Un beso.
Amables y enigmáticas palabras, Alguien. Muchas gracias.
James Brown era el diablo. No podríamos entender el ritmo sin su aportación, sería algo totalmente distinto. Parece que el resto sean meros aprendices. Sólo Prince estuvo a esos niveles creativos. Me gusta mucho la entrada con la selección de música que has escogido; me encanta tu blog y sobre todo tu manera de escribir. Tienes mucho talento.
Sí, Anónimo, James Brown estuvo por encima de demasiadas cosas para intentar explicar la importancia de su legado. Esos ritmos endiablados se han instalado en la conciencia de cualquiera que sueñe con entender de dónde viene y hacia dónde se dirige la música. Prince era algo supremo, y aunque creativamente ya no es aquel genio incontestable, lo sigue siendo en directo, pero sigo pensando que la aportación de James Brown, por sorprendente, sigue siendo irrepetible. Los genios explotan en directo; a los dos los une eso. Gracias por tus comentarios.
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