31 de mayo de 2009

Cuando las luces vuelvan a llorar

Hasta donde alcanzo a recordar, la planta siempre había estado mal iluminada; intermitente. No me gustaban aquellas sombras porque cambiaban demasiado a menudo. Nunca he dejado de necesitar acostumbrarme a las cosas, y eso es imposible cuando se empeñan en ser diferentes cada día. Antes de devolver mi mirada al frente, ya había decidido que arreglaría aquello.

Dejamos atrás aquel desaguisado de lámparas torpes y entramos en su habitación, el lugar donde él existía; allí moraba todo cuanto te hacía pensar en él. Las luces eran exactas, precisas en sus rincones. No levantó la vista de lo que estuviera haciendo. Nos sentamos y dejamos que el tiempo pasara; si no eres impaciente, tu momento siempre acude a ti en el instante menos pensado.

Empecé a hablar cuando tuve la seguridad de que ya no había nada que esperar. Pasamos revista de cuanto había sucedido durante el día. No había sombras; todo se mecía en una monotonía que me reconfortaba como ese tren que no puede abandonar sus vías porque, si lo hiciera, nunca más podría usar su nombre. Los caminos se dibujan para ser rectos porque sólo podemos caminar cuando conocemos los bordes; los desfiladeros son como tiempo que nunca tuvo que suceder y ¿quién quiere mirar al centro de algo que no tendría que estar ahí?

Aquellas paredes eran historia incendiada desde el pasado. La gente olvida lo mucho que tuvimos que luchar para poder tener todo aquello. Tuvieron que pasar siglos para que llegáramos a ser verdaderamente libres. Nuestro mundo creció contra el interior de la historia, descubriéndonos importantes en nuestra lucha por cuanto siempre nos había pertenecido.

No tardamos más de cinco minutos. Aquel día habían entrado diez; no estaba mal. Siempre dejábamos a muchos esperando; no eran buenos tiempos para vivir fuera si habías nacido en el lado equivocado del río; hay gente que no puede decidir ese tipo de cosas; yo daba gracias a Dios todos los días por esa bendición.

Ver sus caras cuando llegaban era triste; prefería mirar hacia otro lado y controlar mis movimientos, como si ellos no estuvieran ahí. No les dirigía ni una palabra; les ayudaba a asearse, a escoger su ropa, a vestirse; no les importaba que no acertara con la talla; nunca fui bueno con eso. Después de la primera comida te lo perdonaban todo.

Cuando descubrían que iban a quedarse allí por mucho tiempo, empezaban las sonrisas y la confianza; habían dejado fuera cualquier motivo para la melancolía. Nunca mezclábamos a los nuevos con los antiguos residentes; cada uno debe vivir sus momentos en íntima intensidad, sin interferencias.

Fueron buenos tiempos porque la gente nos miraba con respeto; nuestra dedicación era un ejemplo para todos. Las calles se rindieron a nuestro reinado de bondad y sacrificio. Nadie hacía nada sin preguntar nuestra opinión. Eran tiempos espléndidos para nuestras palabras, que atronaban desde el lugar más alto.

Pero sucedió todo lo demás. Todos parecen haber olvidado que aquellos niños eran muertos que todavía caminaban; nos los enviaban cuando estaban casi extinguidos. Y nosotros les dimos el pan que les había sido negado. Y nacían de nuevo. Otros los hubieran matado antes de nacer.

Recuerdo que aquel día fueron diez. El hombre más bueno que jamás haya conocido no levantó la vista de sus papeles, como cada noche. No le dio importancia. Nos incorporamos y nos dirigimos a la puerta; “No la cerréis”, fue lo único que nos dijo. Retornamos al paraíso de la epilepsia a ráfagas en que se había convertido aquella planta, con todas esas luces temblando contra la pared. Volvimos a caminar por aquel raro paraíso en gestación.

Los niños gritaban desde decenas de interiores. Ya no pedían ayuda; eran golpes de voz que parecían lanzados para ahogarse contra aquellas paredes tatuadas. Al final del pasillo, la puerta que habíamos dejado abierta parecía estar ahí para engullir todo aquel lienzo de locura y deseo; una noche más.

El hermano que me acompañaba se paró en una de las habitaciones y se deslizó en ella, tampoco cerró tras de sí. Yo continué el camino hasta mi cuarto. Siempre supe por qué gritaban aquellos niños, porque les dimos la fuerza para hacerlo, cuando ya no eran nada. No hubieran existido sin nosotros; sólo tomamos lo que era nuestro. La vida es una mierda llena de claroscuros y el amor sigue siendo tan extraño.

Aprendí a soñar que no quería ser sacerdote. Hoy ya no sueño y lo sigo siendo. Con la mirada perdida en la pared de este hotel de mala muerte; ese fluorescente averiado me muerde cada vez que duda, como una alimaña que está perdiendo la vista. Oigo cómo el agua de la ducha martillea el suelo. Se para y me parece escuchar cómo la toalla empieza a hacer su trabajo.

El parpadeo de la luz me está consumiendo; cierro los ojos pero mis párpados están gastados por el recuerdo, incendiando mi necesidad de mirar a otro sitio. Podría gritar pero sé que mis esfuerzos los engulliría aquella puerta que nunca llegamos a cerrar. Quiero cortarme la garganta; le pediré que lo haga él cuando salga del baño; creo que todavía me queda algo de dinero. Incluso los pecados tienen un precio.

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/25000/victimas/pederastia/elpepusoc/20090524elpepisoc_2/Tes

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Canizares/ministro/Papa/ve/peor/abortar/abusar/ninos/elpepusoc/20090529elpepisoc_4/Tes

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/05/29/consejoeditorial/1243588142.html

14 comentarios:

Ginebra dijo...

Genial!!!! me ha encantado el relato y por supuesto los enlaces que has incluído. la Iglesia católica ha permitido la pederastia dentro de seminarios, colegios y todo tipo de instituciones propias... son unos putos hipócritas que ahora hablan de aborto, por ejemplo.
No sé como no se les cae la cara de vergüenza a todos, empezando por el Papa.
Un beso enorme, querido amigo. Me gusta tu blog.

PSYCOMORO dijo...

Y a mí me gusta que me visites, Ginebra. Muchas gracias. Incluso cuesta perder el tiempo para intentar entender cómo puede ser que no avancemos más en este tema; de toda maneras, de algo estoy seguro, la información acabará con ellos. Nadie sobrevive a estar expuesto de esta manera y no tener nada que decir. Se consumirán; ya están ardiendo demasiado cerca de sus propias incoherencias y abusos como para no darse cuenta de que no hay vuelta atrás.

Sé que dentro de la misma Iglesia hay gente cabal, pero es precisamente ese colectivo al que echo más de menos. ¿Sólo aparecen en los medios de comunicación los que han perdido la chaveta?

Se han cometido aberraciones a las que cuesta poner nombre y según qué declaraciones hacen muy difícil no meter a todo el colectivo en el mismo saco, afición ésta que ellos ejercen compulsivamente.

Incluso ellos deben saber que hay luces en los rincones menos esperados.

Un beso.

Anónimo dijo...

Cada día escribes mejor, Montaraz. Me tienes impresionada. No es solo que lo que dices es muy interesante y necesario, sino que engancha y te mueve hacia otros lugares con una facilidad increible, en pocas palabras. Aqui la lectora enamorada Ana. Un beso.

Anónimo dijo...

Hola, soy amigo y admirador de la preciosa Ana. Llegado aqui por su insistencia, hasta ahora no había escrito nada. Que sepas que somos legión los que nos pasamos y no decimos nada. Pero este escrito se merece que lo haga, desde el título a ese final demoledor; eres muy bueno. Y mi profesión es leer mucho, mucho, demasiado, si es que eso te sirve de algo. El relato es inquietante, sobre todo por lo que deja en la imaginación del que lee. Deberías dedicarle más tiempo porque el talento lo tienes.

PSYCOMORO dijo...

Cada día me cuesta más escuchar según qué cosas, Ana, quizás sea eso. Escribes desde el lamentable margen para la comprensión que te regala a veces la realidad; cuanto más breve es, más necesitas expresarte. Es como si consiguieras aire de ese modo. Gracias por ser tan dulce con tus comentarios; conseguirás que acabe escriendo sólo para que me trates bien... Un beso

PSYCOMORO dijo...

Vaya, amigo de Ana, muchas gracias por hacerle caso y pasarte por aquí. Valoro mucho lo que comentas y lo aprecio; todavía estoy a años luz de compartirlo pero te puedo asegurar que, si en algún momento avanzo hacia algún lado, lo haré pensando que tengo un montón de manos a las que cogerme antes de darme de bruces con mi poca paciencia y mi escasa habilidad. Me gustaría tener talento pero, si fuera así, estoy convencido de que pensaría menos en él. De momento, no le dedicaré más tiempo para no afrontar que el único problema que tienen mis dedos es que, aunque exigieran tiempo, no sabrían muy bien para qué. Gracias, de verdad.

Anónimo dijo...

Si analizáramos detenidamente y con calma la historia de la Iglesia católica, nos horrorizaríamos de todo lo que ha hecho en nombre de Dios durante siglos. Porque todo escrito, junto y detallado es exagerado.
Pero todo da igual. Las voces críticas que en tiempos cercanos han empezado a oírse con fuerza, les hace crecerse y defender actos e ideas que deberían llevarles a la desaparición.
Porque Dios no debe ser esto. No creo en Dios, pero seguro que no es esto.
La Iglesia simboliza lo peor que hay en nosotros: la hipocresía del que da lecciones con gran vehemencia, desde la incoherencia de unas ideas retrógradas y fascistas. ¡Cuánto dolor!
No creo en Dios, pero, de verdad, que no debe ser esto.

Anónimo dijo...

Espectacular escrito. Estoy con otro anónimo que te aconsejaba dedicar mas tiempo. Esa historia que no explicas daba para todo un libro. Ánimo y ves a por ello. Nuenas ideas y mejor talento no te faltan, Psycomoro.

PSYCOMORO dijo...

Analizando detenidamente la historia resulta escandaloso las pocas veces que han pedido perdón pero, sobre todo, ofende que todavía se alcen en representantes de una moral que han ido modificando a su conveniencia durante los años. Sus teorías acerca de la violación of la pederastia, a parte de repulsivas, deberían estar penadas; por lo que a mi respecta es tan grave como ensalzar el terrorismo y, desde luego, mucho mas grave que insultar a un rey... Lo bueno de todo esto ea que estamos asistiendo a una caída de caretas muy divertida que esta dejando a cada cual en su sitio. Quizás sea el momento de preguntarnos quien es ese señor que nos esta dando la comunión con cara de saberlo todo, solo quizás.

PSYCOMORO dijo...

Para el último anónimo, piensa una cosa. El tiempo no deja de ser un aliado interesante; mientras no disponga de el. Podré seguir pensando que, si fuera así, podría descubrirme como alguien a quien valiera la pena leer. Estoy convencido de que, si tuviera ese tiempo realmente, echaría de menos estos momentos, en los que hago lo justo con lo mínimo; ese es un buen techo cuando te cuesta mirar hacia arriba. Muchas gracias por tu comentario.

Anónimo dijo...

Es una pena que escribiendo tan bien lo inviertas en atacar a la única religión que nos ha traído paz y seguridad. Si fuéramos árabes seguro que los socialistas estarían más contentos. Por el resto un gran blog eso si se podría usar mejor para otras causas

PSYCOMORO dijo...

No te enfades, hombre, yo soy incapaz de atacar a nadie y, desde luego, resultaría inútil que lo hiciera desde aquí. Si te sirve como consuelo, creo que el protagonista de la historia se acaba salvando porque acaba podiendo con él la mecesidad de seguir llevando esa paz y esa seguridad a que te refieres a cuantos hogares quieran recibirlas. No pretendía atacar a nadie pero tampoco me gusta sentirme atacado y que nadie vele por mi pequeño corazoncito; no entiendo esas teorías excluyentes que unen a católicos, musulmanes y tantos otros, lo siento. Ah, por cierto ¿qué son socialistas? Si pertenecen a esa raza de habilidosos topillos llamados políticos, lo siento, pero no me hago con animales que caminan por lugares que se me escapan a la vista. Sea como sea, y no leas ni una sombra de ironía en ello, muchas gracias por el comentario; sigue pasándote por aquí, confío que algún día habrá algo que te guste.

Anónimo dijo...

¿Publicas en algún sitio? Me gusta mucho lo que te he leído y resulta muy imteresante ese mundo latente que recorren tus palabras. Si no lo haces, publica. Felicidades y no dejes de actualizar este rincón tan apasionante .

PSYCOMORO dijo...

Muchas gracias. Seguiré actualizando mientras me queden cosas que decir; cuando eso deje de pasar, bien, digamos que entonces habré perdido uno de mis rincones de diversión que realmente me importaban. En cuanto a lo de publicar, sinceramente no pienso que esté preparado ni que vaya a haber mucha gente interesada en mis neurosis de adolescencia mal curada. Sea como sea, muchas gracias por el apoyo; por lo que a mi respecta, vale tanto como una buena encuadernación...