Nací con el culo metido en un frasco de flores muertas,
lejos de los lugares donde crecen las mejores noticias.
Mis ojos, apretados en aquel refugio de vida torcida,
se entornaban como cortinas que olvidan su otro lado,
pero mis uñas rotas gritaron como puertas abiertas y
salté desde el borde; balcón de mi pasado sin herida.
Allí encontré lo que no había aprendido a esperar,
tu voz, saltando y trepando entre todas aquellas luces,
colores de piedra lanzados contra un mundo de cristal.
Entraste con tu forma de esquinas de goma caliente,
de lado, apartando tus ojos de mis peores intenciones.
Inundaste mi boca con restos de mi pequeño refugio,
conseguiste temblar en un loco equilibrio sin atar
sobre los dados que giraban en las sombras del mar,
ahogándome entre los juegos de tus dedos empapados.
Cómo te excitabas cuando tocabas la hoja de mi voz.
Y nunca supe construir la melodía de aquel premio
que me llevó a iluminar un rincón hinchado de luces,
jugué a olvidar que los soñadores no sabemos luchar
y que mis pequeñas manos de piedra no saben bailar.
Masticaste mi último gran momento aquella noche,
y te supo a poco, como a poco sabe la lluvia al mar.
Te marchaste con el paso de quien no va a volver,
murmurando la seda de los detalles por última vez,
arañando los muros de papel mientras se plegaban
sobre quien nunca aprendió a mirarte de verdad,
diablo castrado que olvida cómo muerden las puertas,
cuando parten los dedos de quien se vuelve a retrasar.
Nos perdimos mirando hacia planetas conocidos,
lugares vivos entre carne de homicidios imposibles
y allí supimos que nada deja de ser lo que no fue;
vi tus ojos lanzarse contra las sombras más quietas
y me agaché a recoger las cenizas de mi equipaje.
Al final así fue y no a la manera de los soñadores;
escribí mi historia de promesas de bajo alquiler,
todas aquellas palabras huidas a medio vestir.
Huelo mi ropa y sólo apesta a tinta de mentira,
olor a llanto que se ha olvidado entre líneas,
en la jungla de miedos y verdad oculta,
en la cuneta del retorno al frasco,
de vuelta, al hogar de mi locura.
22 de abril de 2009
Frasco
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9 comentarios:
Quizás las palabras huidas a medio vestir formarían los blogs más verdaderos, pero las palabras también sienten verguenza de salir desnudas ante tantos ojos aunque sean desconocidos.
gracias
Esas palabras sin dueño son las que tienen más orgullo; son las que se te escapan de las manos y montan mundos que no podrías ni soñar. Supongo que ahí reside eso tan extraño que aprendimos a llamar magia.
Me has dejado el corazón en un puño, Montaraz. Siempre que lloro lo hago desde la felicidad, es un tema de principios; tú consigues que siga haciendolo. Debes ser realmente un alce de las montañas, ni mujer ni hombre. Nunca había leido algo tan sensible y devastador, cercano al espíritu femenino. Supongo que todos vivimos en frascos de locura, la pena es no tener a gente como tú alrededor para hacernos romperlos y probar la luz. Te he dicho alguna vez que te quiero desde distancia y mi ignorancia...? Ana
Es muy triste el adiós que describes, el final que nunca se sueña y no se espera de ninguna manera posible.Me gustó mucho, enhorabuena!!!
Nos veremos. Besos
Gracias, Ana. Supongo que soy un alce, como tú dices. Últimamente visito muy a menudo las montañas; te he visto merodear por allí y me gusta cómo te mueves. El frasco siempre queda a medio romper; deben ser los restos que nos obligan a mantener el equilibrio entre lo que somos y lo que hubiéramos podido dejar de ser.
La distancia y la ignorancia me dejan crecer en tu sonrisa, no lo dudes. Un beso.
Gracias, Ginebra... y bienvenida. Es un adiós triste pero me gustaría mirar hacia él con una sonrisa de complicidad; quizás sea una mueca de locura pero eso es lo que sucede cuando intentas entender las cosas cuando ya han sucedido y estaán ahí, esperando tu reacción.
No lo dudes. Nos veremos...
Tienes que haber querido mucho para perder sin reprochar. Haber querido de verdad y eso no es común, parece casi imposible que sea cierto. Leyendo lo que escribes te lo crees e incluso piensas que quien ha perdido así ha tenido suerte porque alguna vez tuvo algo realmente grande. Qué suerte haber sido también la otra parte, la ahora añorada; seguro que no pudo quedarse pero, la volverán a querer así? A las que ya no buscamos porque hemos descubierto que era un error perder el tiempo en esas cosas también nos hace falta soñar y tu lo has conseguido al menos conmigo. Como decía otra comentadora, como mujer es fácil sentirse cerca de lo que escribes. Está claro que no es algo común ni entre los hombres, ni entre lo alces. Soy otra fan que te ancla a su desplegable de favoritos. Gracias.
Mirar hacia atrás con el convencimiento de que todo valió la pena, sea una relación sea haber pintado un cuadro, es maravilloso. Nunca he entendido los reproches cuando algo toca a su fin porque son el paso más falso, aquello que nos conduce a engañarños del todo a nosotros mismos. Sólo queremos porque tenemos; pienso que debería ser al revés, sólo podemos querer de verdad cuando somos capaces de perder.
Creo que quien no necesita pensar que algo es para siempre llega a entender que todos formamos parte de lo que sucede. Eso puede resultar triste, definitivo, pero en ese contraste reside el recuerdo de haber estado viviendo algo único. Quizás cuando descubramos que querer a alguien no supone poseerlo en exclusiva, descubramos la responsabilidad única de resultar especiales para alguien.
Gracias por tus comentarios; decir que me han tocado en su intención es la mitad de cuanto me ha sucedido.
Me alegro de haberte tocado. Pero la culpa es tuya, tú me acariciaste antes con tu escrito.
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