3 de marzo de 2009

Ha muerto un hombre libre

Y eso no ocurre todos los días. Vivimos aferrados a nuestra tranquilidad, como si se tratara de una mascota que nos puede ofrecer algo más que compañía. Preferimos evitar riesgos porque pensamos que eso significa conocer el futuro, tener bien apresado el azar, apretarlo entre nuestros brazos hasta que impedimos que siga respirando. Entonces muere y se queda allí entre nuestras manos, exhausto por nuestra exigencia. Queda ahí, con ese ridículo collar de perlas que le compramos para no olvidar su nombre, sabiendo que nunca nadie lo volverá a llamar, ni de esa ni de cualquier otra manera. Es el triste final de la felicidad cuando preferimos la tranquilidad de vivir como toca.

Pensamos que diciendo lo que se espera de nosotros hacemos bien, que así evitamos controversia; huimos del conflicto como si fuera el fin del mundo, y mientras tanto colaboramos a que ese mismo mundo se muera como una ballena varada en una playa, que no recuerda cómo llego hasta ahí, tan lejos de lo que fue su hogar, tan cerca del fuego que parece llevar una enternidad esperando para hacerla arder hasta la muerte. El mundo se para, nos sentamos en la arena y esperamos a que muera; eso es lo que ocurre cuando escogemos no ser libres.

Pepe Rubianes era un hombre libre. Inteligente, culto, intuitivo, genial, explosivo, encantador. Alguien que, con su sola presencia, despertaba esa bestia artrítica llamada interés con la fuerza de quien nunca ha dormido. Lo recuerdo desde siempre, como si nunca hubiera estado en otro sitio, como si fuera una fotografía que llevaba encima cuando nací. Supongo que ese es el significado de entrañable, aunque me hubiera enviado al infierno si me escuchara dedicarle un adjetivo semejante.

Solemos conformarnos con tener media vida porque no sabemos qué significa la otra mitad; sólo unos pocos escogen esa libertad que duele al mirarla. Por eso era incómodo, porque no paran de repetirnos que vivir libremente es un riesgo para la convivencia; para mí, esta señora deber ser muy parecida a un contable que vive escondido tras su mesa y que descubre un buen día que las cuentas no le cuadran. ¿Y quién le ha dicho a usted que tengan que cuadrar, muy señor mio?

No podemos decir lo que pensamos; no podemos ayudar sin rezar; no podemos reír sin cuidado; no podemos follar sin pedir perdón; no podemos volar sin mirar al suelo. Pepe Rubianes podía hacer todo eso y mucho más; era una persona libre. Tan libre era que se ha marchado sin preguntar a nadie, en silencio, casi sin avisar.

Siempre lo voy a guardar en el cofre de mi armario donde escondo los recuerdos que necesito tener a mano porque me ayudan a dar los pasos correctos. Su sonrisa va a seguir allí para recordar que la revolución de los payasos sigue pendiente y que, cuando llegue, porque llegará, deberemos cantar bien alto su nombre porque él fue el mejor de todos.

Te echaremos de menos, Pepe. Ha sido un verdadero placer.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Le conocí y muy bien; le hubiera encantado lo que has escrito. Le vamos a echar mucho de menos pero hay que recordarlo como tú lo haces. Gracias. Haces un trabajo muy interesante. Deberías lanzarte.

PSYCOMORO dijo...

Muchas gracias por el comentario. Tuviste mucha suerte; todos la tuvimos. Ahora sólo nos queda recordarlo con una sonrisa y una máscara de profunda provocación. A ver si somos capaces.

Gracias, de momento sólo he aprendido a lanzarme hacia dentro; es el espacio de los cobardes pero ese esl lugar donde sobrevive mi libertad hoy por hoy.

Anónimo dijo...

Muchos queriamos a este hombre; pocos sabemos decirlo como tú. Muchas gracias por el post. Es un canto a la libertad que le habría emocionado.

PSYCOMORO dijo...

Gracias. Me queda la sensación de que partió seguro de lo mucho que le querían los que le importaban y lo poco que le soportaban la gente que él deseaba tener lejos; creo que eso es casi todo lo que puedes llevarte sin mirar hacia atrás.

Anónimo dijo...

Son muchos los homenajes que se han hecho, ahora que su muerte aún es reciente. Espero que de aquí a un tiempo no se le olvide y que todavía podamos seguir disfrutando con él. Que podamos seguir riendo con sus grandes verdades, con sus latigazos verbales y esos mordiscos envueltos en una gran sonrisa.
Es cierto, todos tuvimos suerte.

PSYCOMORO dijo...

Desde luego. Creo que la mejor manera de recordarlo, de mantener esa sonrisa libre bien viva, será intentando morder donde él solía hacerlo, lanzar el látigo allí donde él acertaba, reírnos de nuestra propia sombra, tan boba ella... conseguir entre todos que su ausencia se note algo menos, demostrando que aprendimos algo de él.