Me suelo perder intentando recordar qué me ha llevado hasta donde me encuentro; esas razones que dicen saber mucho de todo. Generalmente me desanimo por lo poco sofisticado de mi pasado y pienso que es mejor saber qué estás preparando para mañana. Pero no siempre es así.
En ocasiones las tonterías se aparcan solas y me exigen algo más de atención; entonces lo único que puedo hacer es pensar en quién me conduce por los rincones más salvajes, quién me lleva allí donde sencillamente no tendría que vivir nadie que tenga algo que perder. Esa sensación es lo más cercano a la inspiración que nunca he sentido. Y si hay alguien que siempre me ofrece su fría mano para descubrirme esos lugares que nunca deberían haber existido, ese es David Lynch
No sólo es el padre del único nombre que se me ocurrió para este blog, selva injusta de méritos absurdos y disparatados; cuando estoy cansado, ahí está toda la obra de David Lynch, mirándome a la cara, recordándome con gesto impaciente que siempre vale la pena intentarlo.
Resulta imposible navegar entre todas esas puertas medio abiertas sin ahogarte con lo que se oye en el interior. Quizás esa sea la imagen que más me sugiere la obra de Lynch; ese pasillo que se alarga ante tus pies y que devora a tirones el oxígeno que mantiene viva nuestra seguridad sobre las cosas. El último latido de su secreto rima con la necesidad de aprender a mirar de nuevo porque hemos vivido engañados, ajenos a lo que se movía en el fondo del armario de nuestro subconsciente. A medio gas.
Sus secretos son cristales rotos que van desapareciendo en la planta de tu pie, mientras avanzas hacia un mundo que sólo tiene sentido si lo empapamos con nuestros sueños. Empiezas a caminar con más dificultad pero no es por el dolor, es porque has descubierto que no sabes hacia dónde vas. La duda es el último motor de las ideas de Lynch. Cuando se deshacen los dogmas descubres que su corazón no es dorado, sólo queda el último llanto de algo que nunca aprendió a existir.
Mucha gente le acusa de críptico, incomprensible, cerrado a la lógica. Es cierto, pero tampoco es coherente el deseo, ni los sueños cuando escalan a la noria, ni la presa que se rinde antes de ser devorada; tampoco es coherente la locura cuando la descubres bajo el mantel de casa, a punto de incendiarte las entrañas. La vida es así; y la entendemos.
El otro día soñé con Mulholland Drive supongo que porque es una película nocturna; colinas conducidas sin luz. No es más, ni menos, que la historia profundamente triste de un fracaso pero se muestra como un juego de espejos, con un misterio aporreando a una de aquellas puertas entreabiertas; pero lo hace desde dentro, luchando por salir, actuando como si estuviera encerrando. Es lo más aterrador; podemos ver su rostro mientras astilla una puerta que ya está abierta.
Eso es lo que hace del cine de David Lynch algo grande. Te convierte en espectador de la locura con la que actúan los misterios cuando todavía no han descubierto que la puerta está abierta. Tú sabes que la bestia está libre pero ella sólo consigue enojarse más y más pensando que sigue atrapada. Sabes que sólo es cuestión de tiempo; que en un instante cruzarás tu mirada con ella y no te quedará tiempo para huir, pero sigues ahí. Tan sólo esperando que el misterio sea desvelado. Algo malo está pasando.
Una mujer acude al paraíso de los sueños en busca de lo que le corresponde, pero las pesadillas devoran cualquier atisbo de esperanza y la locura mutila la vuelta atrás. En el teatro ya no hay banda, no hay orquesta; tan sólo alguien cantando en playback y enviando a la protagonista al infierno de las cosas en mal estado. Uno de los finales más aterradores de la historia del cine nos enseña por qué los peores sueños te invaden cuando estás solo.
Mujeres que no existen, directores sin sentido, cortinas de sangre, locura, sexo, surrealismo de perfiles salvajes. Todo eso es esta obra maestra inabarcable, casi imposible de entender en una única visión pero tan motivadora y excitante que me tendría atado a la escritura durante mil noches, dando vueltas atónitas alrededor de lo que debería ser el arte. El misterio de no entender a qué sabe la noche.
Son miles los momentos que ha inspirado esta película; obras visuales, poesías, tesis, exposiciones. Una simple visita a Youtube enseña trabajos maravillosos. Vale la pena bucear en la red intentando acercarse a ese mundo de rincones rompiéndose sobre poesías en descomposición que es David Lynch. A veces me abandono a esas reglas y pierdo la cordura; nunca soy más yo.
Aquí tenéis un montaje sobre la película con la maravillosa música de Angelo Badalamenti de fondo. Naomi Watts logra una de las interpretaciones más espeluznantes que recuerdo haber visto nunca en una pantalla.
Aquí otro trabajo sobre imágenes de sus películas
David Lynch volverá por aquí porque, de alguna extraña manera, le pertenece este espacio más que a mí mismo
6 comentarios:
Bello, bellísimo escrito para alguien que te deja sin palabras. Tú las has encontrado. Enhorabuena maestro, te he clavado a mis favoritos.
Muholland Drive, es un ejercicio de continua búsqueda, de dudas, de confusión, de múltiples significados. Es compleja,intensa, provocadora y surrealista, como nuestros sueños.
Si, enhorabuena Maestro por este escrito.
mull me gusto,objetiva,negra,violenta,detalles al principio..luego cuasi como mi vida..si es una peli nocturna...(no me reclames los acentos) los perdi..datos...tus letras me hacen reflexionar sobre el sentido que tomamos en algunos momentos...ahora pensare,luego quizas te responda con otro y mas breve post ¡¡
Muchas gracias, Anónimo 1; no es fácil explicar lo que te supera y no creo que lo consiga pero intentarlo es lo más cerca de ello que puedo estar. Clavado me siento.
Mulholland Drive es todo eso que dices, Anónimo 2; sobre todo es como los mejores sueños. Los que te provocan hasta el límite de los sentidos, despertándote entre todo ese sudor que sólo acierta a suplicarte que no le preguntes sus motivos. Gracias; no os podéis imaginar lo feliz que me hace poder compartir todo esto... y que no me tiréis nada por la cabeza !
Vaya, Soloyosoy, te echaba de menos. ¿Objetiva? Ahí consigues tocarme, poeta del desorden. Me interesa mucho que pienses que Mulholland Drive es objetiva. Siempre vas a ser bienvenido por aquí, amigo.
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