13 de julio de 2008

Padre de Familia

Encontrar algo realmente motivador en la televisión no deja de ser una extraña anomalía; cuando sucede, te cuesta bastante darle crédito porque un sólo paseo por el desierto que nos abrasa desde el resto de la programación te deja el paladar tan seco que sueles pasar demasiado rápido por ese rincón de inteligencia.

La animación ha vivido una gran transformación. Si desde Japón se ha vivido la fuerza de profundos clásicos sin asomo de esperanza (
Akira, Ghost in the Shell), en Estados Unidos los cambios eran todavía más rotundos porque se partía de una concepción absolutamente dormida de lo que debían ser los dibujos animados: retablos sensibleros llamados a mantener las tradiciones sin más vocación formativa para los niños que la seguridad de que nunca se saldrían del camino.

En esa concepción, el trazo de Walt Disney, tan retrógado en sus convicciones como perfecto en su ejecución técnica, tuvo mucho que ver, y consiguió que la animación se ligara a un mundo de fantasía que carecía de sentido para los adultos, tratando a todos los niños del mismo modo, creando un mundo común inapelable, incuestionable; cualquier niño debía disfrutar con ese mundo de fantasía, y unos padres que se preciaran siempre conseguirían que su hijo viera en los iconos de Walt Disney algo casi divino. Es curioso, desde una fantasía sin aristas mataron la capacidad de soñar.


El romper con esa tendencia ha llevado muchos años, y muchos han fallecido en esa totémica lucha (que se lo pregunten a Ralph Bakshi), pero finalmente aquellos niños han crecido y se han propuesto descubrir la farsa a través de apuestas cuyas raíces son precisamente la destrucción de aquellas bases morales que hacían algo más que divertir.


Los Simpson
, creados en 1989 por Matt Groening, entraron en los hogares americanos con la sana intención de usar una familia que cualquier fan de Disney hubiera tildado de "disfuncional" para divertir sin tratar a los niños como seres sin capacidad de síntesis y entendimiento, y, a la vez, regalando razones a los adultos para volver a ver dibujos animados.

Pero no vamos a hablar hoy de Homer y compañía. Nuestra elección es una familia mucho más salvaje, incorrecta y, bajo mi punto de vista, apasionante que los habitantes de Springfield:
Padre de Familia (Family Guy). Es, junto a South Park, lo más indecoroso, anárquico, provocador y terriblemente divertido que se ha hecho nunca en el mundo de la animación televisiva.

Una familia de seres desubicados y esquivos con cualquier atisbo de cordura, encabezada (por decirlo de algún modo) por un "pater familias" que no puede ser más ruin, vago, egoísta o machista. Lo que en Homer acaba siendo simpático, aquí es literalmente espantoso, pero extrañamente evocador. No he visto ni una ni dos veces a hombres que se consideran civilizados reflejados en las reacciones de Peter, ese monumento al mezquindad.


El resto de la familia no ayuda. Un adolescente que es vivo reflejo de su padre, una hija que no es capaz de entender con quién está viviendo, un bebé que habla, y de qué manera, y cuya máxima misión es conseguir asesinar a su madre.


Tan sólo esa madre sufridora, fiel reflejo del patético papel de la mujer consciente de lo que le rodea pero que no tiene dónde huir y un perro neurótico, desequilibrado y enpastillado, pero temiblemente lúcido en sus reflexiones se salvan en este excelente y rompedor lienzo de pura esquizofrenia que es
Family Guy.

No alcanzo a entender por qué es sano ver cómo una princesa reduce su razón de existir a que un príncipe la rescate de vaya a saber usted qué castillo, y es tan desequilibrado aprender que el humor tiene tantas expresiones como destellos una sonrisa, aunque sea irrevernte. En serio, no os la perdáis.


Ahí van dos resúmenes deslabazados que no hacen justicia a la serie; la mala leche asoma, eso sí.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Sencillamente geniales! Quizas sea Stewie mi personaje favorito (quién no ha querido matar a su madre alguna vez...)
Aunque parezca mentira, los americanos consiguieron que la serie volviera a emitirse. God blesses America!!!

PSYCOMORO dijo...

Pues sí... Stewie es el más salvaje, y, aunque sólo sea por eso, mi preferido! Los americanos son una especie peculiar. Es cierto que son una sociedad anclada al pasado en muchos sentidos, pero, a la vez, si quieres ver movimientos realmente progresistas, que te acerquen a algún cambio a través de la cultura, debes mirar hacia ellos. Europa duerme, mientras algunos americanos se lanzan literalmente al vacío. El caso de Family Guy es un buen ejemplo.