Estoy cayendo sobre mi espalda,
han huido mis manos de acero;
volando hacia lo poco que necesito,
desde la última vez que pude sonreír.
Mi mente se ha partido ante el espejo
en el recuerdo de aquellos poemas,
con la desgana de las mil palabras que
nunca olvidaron su hogar de papel roto.
Y ya sólo miro para evitar descubrir,
para creer que esto no se llama soledad.
Entre los sueños de cortinas y pared
y la obra que nunca se llegará de estrenar.
Medio universo se retuerce bajo mí,
mi cuerpo explota pensando en el golpe
y se dispara sobre la cama sin sentido,
levantando el túnel hacia mi mañana.
Y despierto sin recordar haber dormido,
con todas las armas muertas junto a mí.
Entre el miedo de cerrar los ojos y el
calor del sol que incendia mi retorno.
27 de julio de 2008
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2 comentarios:
En los sueños está lo mejor y lo peor de cada uno. Sólo tenemos que esforzarnos para que nuestro yo entienda que no podemos vivir (ni soñar) angustiados.
¿Podemos sacar lo bueno a la superficie? No lo sé, pero creo que en el fondo debe quedar lo que nos hace daño.
Un bonito poema que contrasta con la tristeza que desprende... aunque sea una tristeza que nos educa. Gracias.
Los sueños engañan en la forma pero te rematan en sus historias; todo ronda por ahí, más o menos escondido, pero vociferando nombres y recuerdos. Gracias... y ten en cuenta que no es tan triste como parece, sólo es la sacudida de alguien que, por un momento, ha dejado de entender qué está pasando; vive en el momento en que el sueño se resiste a dejar de morder, como para recordarte que él estaba ahí antes de que tú, sabiendo lo que iba a pasar. Todo son momentos; mejores o peores, pero momentos.Y el tiempo siempre enseña.
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