3 de febrero de 2008

La Ciudad

Fue cuando aprendí a morir chocando.
Aquellos días de aceras con dientes y

breves poemas de fuego a mis pies.
La noche se incendiaba junto a la ciudad,
me trataba como a un perro malherido,
amante de puños explotados con amor.
¿Recuerdas cómo me deshacía sobre ti?
Intentando recordar cada una de las noches,
que nos llevaron hasta el rincón perfecto,
en aquel estrecho corredor de piel que
respiraba junto a nuestras ganas de mirar,
con su rara sonrisa de ojos vivos a medias,
soñando un nuevo truco; aprendiendo a volar.
Estrellamos nuestros cuerpos ya vacíos

contra las rocas de los últimos muros,
jugando con aquel ruido de huesos rotos.
Ésas fueron caricias de entregada pasión
y los gritos salvajes que ahogaron la ciudad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como que no vas a decir quien era el-la amante, podrías decir cual es esa ciudad donde amaste hasta deshacerte, me gusta como hablas de sexo sin mencionarlo. Aquí tienes una admiradora.

PSYCOMORO dijo...

Gracias. No conozco el nombre de la ciudad porque puede ser que nunca hubo una ciudad, aunque sí hubo amante. Quizás , en el fondo, ni quería hablar de sexo, pero me gusta que lo hayas entendido así... digamos que le da una dimensión mucho más interesante que la que tenía en un principio.