26 de enero de 2008

Un lugar

Porque fue tuya la última sonrisa,
cuando intentabas susurrar de nuevo
aquel himno de palacio de cristal.
Tú que siempre evitabas escuchar
aquellas historias ahogadas en la lluvia.
Toda esa sangre y tú ni lo recuerdas.

¿Olvidaste los colores de la rabia?
Cuando casi fuimos como ellos; entonces,
cuando las palabras se apuñalaban entre sí.
Si algún día consigo por fin apoyarme y
descubro qué nos escondieron allá arriba,
guardaré el secreto lejos de gente como tú.

No supe dibujar el rostro de mi tristeza.
Con aquellos pasos ardió cuanto tuvimos y
justo a su lado ardieron mis ganas de llorar.
Todas las voces se volvieron extrañas,
lejanas como el sol cuando revienta y
olvida a los que no volverán a caminar.

Sólo pude arrancarme la piel,
Frontera, sudor, trapo y papel.
Sólo me quedó ponerme a correr.
Arrasar caminos, símbolos y hiel;
desde el calor de las cosas bien dichas
hacia el infierno de cuanto queda por hacer.

Y aprendí lo lejos que ya estaba de ti,
y lo cerca que puede estar la salida
cuando
lo único que importa es huir.
Por primera vez vi mi cuerpo desde fuera,
desde la mirada extrañada y antigua de
quien ha dejado de entender el tiempo.

Ahora sólo marcho por el deseo.
Cambié nombre, gente y lugar;

mis manos parecen saber a metal,

se mueven atravesadas por el reto

de nunca volver la vista atrás.

Si hay una patria, deseo es su nombre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, no se si entiendo lo mismo que tú querías escribir, pero leyéndote me siento muy identificado con algunas de las cosas que dices, como si las hubiera vivido en sueños. No se explicarlo muy bien pero me gusta. Quizás estés hablando de algo totalmente distinto pero me he sentido reflejada.

PSYCOMORO dijo...

Todavía no sé de quién hablaba cuando lo escribí, quizás en algún momento estaba escriendo sobre mí; pero, desde este preciso momento, digamos que todo pasa a pertenecer a tus sueños y poco más me queda por decir. Supongo que nunca llegó a tener un mejor destino que ése. Gracias.