9 de noviembre de 2011

El acero roto de la melancolía

El mundo crece a veces de un modo extraño, junto a los bordes del camino, hacia lugares empeñados en alejarse de nuestra comprensión, domando nuestra capacidad de ser como los demás, apretándonos la cara contra una fotografía de algo que solía ser nuestra imagen. Y recordamos que nunca puedes estar seguro de demasiadas cosas, que no dejamos de aprender y que las estrellas no conspiran contra nadie, sólo explotan antes de que tengamos la oportunidad de regalarles un nombre. El mundo muere a veces un modo tan extraño, que sólo estallando con él descubrimos que éramos yonquis del equilibrio, enganchados a las sombras de un puente, pendientes de dosis que no tenemos.

Porque escondernos de cuanto sucede a nuestro alrededor no cura, sólo nos permite ignorar el dolor de los demás mientras conseguimos pasar de puntillas sobre nuestra propia responsabilidad, como niños malcriados que no quieren salir a la pizarra pero disfrutan viendo a los condenados desfilar. La vida es tan simple que resulta implacable.

Lars Von Trier tiene la facultad de cabrear a la gente, especialmente cuando se le acercan con la curiosidad de quien observa un ave exótica apresada en una bolsa de plástico; metes las narices y una garra alienada por el cautiverio químico te arranca un ojo. Duele, pero alguien encerró la jungla donde no debía. Son las reglas del juego.

No puede negarse que este danés medio demente sabe volar y, cuando lo hace, no puedes mirar a ningún otro sitio; sólo te dejas llevar por ese aletear que apaga el sol, descubriendo que todos cabemos en los instantes de reserva la belleza.

Melancolía es mucho más que un poema tremendo acerca de la tristeza, es un canto abrumador al poder de los diferentes, a la soledad de los que entienden lo que no consiguen explicar; a aquellos que ya han estado donde tú nunca llegarás. Es un rendido tributo a las víctimas que no nos convienen, a los estragos de la colisión.

Una mujer (espléndida Kirsten Dunst) vive suturada a las convenciones de una vida que no le corresponde; el día de la su boda se convierte en el clímax imposible de las imperfecciones de lo que no se cuestiona y ella estalla abandonándolo todo, en pos de sí misma, hacia un abismo construido entre deshechos de locura y pilares de honestidad.

Justine se hunde en una depresión que siempre le había pertenecido y se aleja de todo cuanto le rodea, directa hacia ningún sitio. Pero cuando llega al fondo de su propio subconsciente, cuando sólo parece quedar el desastre, descubre los límites de una senda cegadora que dirige su desorden hacia un destino tan imprevisible como cierto, su propia diferencia. Todos somos únicos en nuestra deformidad pero Justine es algo más que alguien sin rumbo, es, ella misma, el rumbo. Y con ella nos dirigimos hacia Melancolía.

Y explota una bellísima metáfora representada por ese planeta colosal dispuesto a engullir nuestra Tierra, azul e ingenua. Una imagen que nos avisa de lo inevitable que parece la diferencia cuando aprendemos a aceptarla. Vivimos engañados, incluso cuando la catástrofe avisa con tiempo su llegada. Ése es el motivo final de la infelicidad, la incapacidad de prepararnos ante la diferencia. La seguridad sólo es un prólogo mal escrito para la nada.

Justine es la profeta de ese cambio inevitable (conocía el número de judías en el pote), el combustible que activa el fuego, la seducción desnuda que llama a la revolución. La sociedad la trata como a aquella ave de la bolsa, con extrañeza, entre toneladas de condescendencia y anestesia en mal estado; pero al final no hay nada peor que ignorar la realidad y su venganza lo significará todo, nos arrojará al fin del mundo; el éxtasis vive en Melancolía.


Y frente a la bestia herida que trae al caos de vuelta a su hogar, una hermana que representa lo que somos todos, la estabilidad de lo cierto a medias. Claire (otro recital de Charlotte Gainsbourg) quiere cambiar una situación que se niega a comprender; nunca acepta el significado de Justine y eso la condena a ser un testigo silencioso ante el Apocalipsis.

Resulta estremecedor lo cercana que sientes la egoista reacción de Claire ante el fin, esa impotencia que se traduce en un deseo irrefrenable de disimular lo inevitable; impresiona cómo olvida totalmente la fragilidad de su hijo ante lo incomprensible, a cambio de un final digno para ella; es la depresiva Justine quien le coloca de vuelta a ese mundo que rechaza (“¿Sabes qué pienso de tu plan? Pienso que es una mierda”).


La decisión final de la enferma emerge desde el mundo de los cuentos, invadida por la magia que sólo los locos, o los niños, pueden entender y se erige como la respuesta airada ante una Humanidad que ha olvidado que, después de todo, no somos más que lo que decidimos ser.

Obra maestra abierta a mil interpretaciones, Melancolía pasa a formar parte de ese grueso de películas que nos demuestran que otro tipo de arte es posible, aquel que nos mira cara a cara y nos pregunta si estamos preparados para jugar, si estamos dispuestos a rasgar el plástico y aprender a volar.








17 comentarios:

Ginebra dijo...

La peli tiene muy buena pinta. A ti te gusta este director.
Lo que me ha parecido espléndida es tu narración e impresión de la película que, vista así, se hace apetecible e imprescindible.
Si tengo oportunidad (y se estrena aquí) iré a verla.
A mí me parece también que Kirsten Dunst es fantástica. Desde que la conociéramos en Entrevista con el Vampiro esta chica no "ha dejado de crecer".
Besos

virgi dijo...

No me la pierdo seguro, Triers me parece de lo más personal. Con la frialdad nórdica que ya admirábamos en Bergmann, pero con un paso más hacia lo espiritual, no sí si incluso podría decir hasta algo paranormal...
Es capaz de ponernos delante situaciones extremas que no nos imaginamos y luego las resuelve de una forma todavía más inimaginable.
Tus análisis son contundentes y a la vez delicados, vas más allá de lo que solemos percibir y eso enriquece a los que te leemos.
Un abrazo, apreciado Psyco.

PSYCOMORO dijo...

Te recomiendo que te dejes llevar por ella, Ginebra; encontarás cosas especiales en el camino. Sí, Kirsten Dunst siempre ha tenido un poso triste que para esconder una noticia que no te va a gustar. Realmente en "Melancholia" está insuperable en un papel muy incómodo. Besos.

PSYCOMORO dijo...

Hola Virgi, no te la pierdas, harás bien. Sí, Lars Von Trier parece poseído por la necesidad del más difícil todavía que lo convierte en un reto permanente, en un desafío que quizás no sea para todos los gustos pero que siempre está vivo. Gracias por tus palabras. Un abrazo.

Ana dijo...

La he visto este fin de semana, Montaraz. Todavía estoy recuperando el aliento, he usado tu escrito como guía para entender todos los secretos y no salgo de mi asombro. La película es una maravilla porque explica algo que se ha explicado mil veces de una forma totalmente distinta. Y tu escrito es sencillamente maravilloso, es una pena que estas palabras solo se queden aquí, deberías intentar publicar; eres muy emocionante. Gracias por los dos regalos. Un beso. Ana.

virgi dijo...

Pues, querido Psyco, fui a verla y salí con un regusto agridulce.
Le encontré tantas cosas buenas como malas, no sabía si decírtelo, dado lo fantástico de tu texto. Me parecía que debía escribirte sólo cosas positivas, pero creo que es una estupidez, así que aquí estoy.
De una parte me pareció de una bellísima tristeza, un determinismo sin paliativos, no hay nada que hacer frente a lo irresoluble.
Que se programen toda una serie de actos altamente costosos estando al borde de un casi colapso terrenal, lo encontré como una metáfora de nosotros, perdidos en lo cotidiano cuando lo trascendental es lo que debiera importarnos.
Las imágenes espectaculares del principio son de una hermosura impresionante, pero luego el resto no llega a ese nivel, por lo menos es lo que creo.
Kirsten está soberbia aunque no le pille su papel, no lo veo compacto.
En cambio la Gainsbourg, además de extraordinaria, creo que su personaje es muy creíble.
La banda sonora es maravillosa, claro, Tristán e Isolda! (casualmente la habíamos escuchado hace un par de meses a la Sinfónica), pero sentía que se valía de la musica para darle más fuerza y rotundidad a las escenas.

En fin, tengo más cosas, pero tal vez me estoy pasando. De cualquier forma, entre tu escrito, el visionado y lo que he tenido que reflexionar para escribirte, he aprendido mucho ¡Arriba el Cine!
Un abrazo grande.

PSYCOMORO dijo...

Hola Ana. Como siempre, gracias por tus palabras. Me gusta esa idea de resultar una guía para descubrir porque es lo mismo que yo encuentro en muchos otros lugares que visito y es una suerte. Besos.

PSYCOMORO dijo...

Hola Virgi. Ante todo, muchas gracias por volver para compartir tus sensaciones; no tiene precio, es todo un lujo. Entiendo esas sensaciones; lo que me sucedió de forma progresiva es que la película fue creciendo dentro de mí, como si contara con vida propia, y las sensaciones se desbocaron con ella.

No puedo quitarme de la cabeza a esa rompedora de acero luchando por un niño que se enfrenta a unos cambios incomprensibles(quizás una sociedad perdida, quizás el impacto con la madurez injusta), ante unos padres condenados de antemano por los clichés y un pasado que ha dejado de importar. Muchas, muchas gracias por traer tus impresiones de vuelta. Besos.

Anónimo dijo...

Vi la película hace unas semanas y sigue en mi cabeza, creciendo.

El siempre incómodo Lars Von Trier se deleita mostrándonos de una forma bellísima la inconsistencia y el egoísmo de nuestra cordura. Melancolía es un canto a la libertad y a la diferencia, al individuo, a lo auténtico, y es muy duro para el espectador reconocerse en esa hermana social que provoca tanto dolor con la mejor de las intenciones, en esa responsabilidad absolutamente irresponsable que huye hacia ninguna parte cuando la família estalla en mil pedazos y que no sabe cuidar de su propio hijo ante el irremediable final.

¿Qué mierda de sociedad hemos construido entre todos si vemos que sólo el enfermo está sano en este mundo deshumanizado y convencional? ¿Cuándo decidimos dejar de ser nosotros mismos para descansar, inmaduros, en brazos del colectivo? Cuánto poder desperdiciado.

Y como siempre tu entrada espectacular. Los que te seguimos estamos encantados, pero esto habría que compartirlo; estoy de acuerdo con Ana en que tendrías que publicar (como si fuera fácil, ¿no?).

Muchas gracias por tus siempre interesantísimas reflexiones.

virgi dijo...

Gracias, Psyco, un fuerte y tierno abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Anónimo. Poco más puedo añadir a lo que dices; comentarios así me recuerdan por qué decidí empezar con todo esto.

Sí, Melancolía crece; vas descubriendo poco a poco la dimensión de lo que explica y te identificas con ese mundo de convenciones que la película llama a superar... O a aniquilar !

Y sí, el mensaje es provocador, pero también lo son también nuestras limitadas miras. El director tan sólo lanza un reto que debería resultar emocionante pero que, tal y como hemos dejado que se comporten las cosas, incluso acaba siendo escandaloso. Es tan incomprensible somo significativo de nuestros tiempos.

Gracias por acudir a compartir provocaciones.

♦PªU♦ dijo...

"pasar de puntillas sobre nuestra propia responsabilidad"... no lo pierdes eh! :D me mata como escribis

Ya mismo la veo, no hay tiempo que perder jejejej

PSYCOMORO dijo...

Gracias, PªU. Los cupables son vuestros comentarios, que me provocan.

Divina nena dijo...

No se si la veré, reconocemos ambos que Lars es un demente, pero película aparte, me ha encantado, ha caído en tu narración y en el prólogo me detengo en "yonquis del equilibrio" y ahí ya caigo del todo y me entrego a tu relato. Me encantó pasear por acá. Y bueno, si, como no, acabaré viendo la película, ahora ya, si.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Estupendas las cosas que nos dejas, como siempre un placer haberme pasado de nuevo por tu casa.

Saludos y un abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Muchas gracias, Divina. Es una película potente; desde leugo, la obra de un provocador que disfruta con lo que hace, pero una apuesta que no deberia pasar desapercibida. Es un placer tenerte por aquí de vuelta.

PSYCOMORO dijo...

El placer es recibirte, Antonio; a ti y a tus palabras. Un abrazo.