25 de mayo de 2011

Un mal despertar

Nos educamos en el arte esquivo de no mirar, buceamos anclados a un barco lleno de excusas; nos precipitamos hacia el fondo, a través de golpes de agua que quema, en caída libre, inspirados por la promesa de que todo va bien. Si intentas destacar tu cabeza por encima de esa almohada de gotas de agua, pronto descubres que las mareas son implacables con quien no sabe leerlas; su danza se vuelve caprichosa y te convence de que, sin sabes navegar, no hay lugar mejor que el viejo fondo del mar. Y allí seguimos durmiendo, paralizados.

Resulta difícil soñar con volver a respirar cuando te acostumbras a masticar agua; intento convencerme de que no vale la pena, de que el sueño del bardo esconde un interés que sólo le pertenece a él; mejor no moverse y seguir respondiendo al bien común. Las cosas como son; siempre.

Y desde esa torre de marfil de origen certificado, atendemos a los recientes movimientos de gente que ya no puede respirar con la superioridad del señor feudal; despreciamos las alternativas porque construyen nuevas reglas, llagan los dogmas que hemos conseguid aprender de memoria. Todo se ve tan pequeño desde la atalaya.

Porque seguimos sobreviviendo entre las líneas del poema de Martin Niemöller, aquel que nos avisaba de que algún día nosotros seríamos los perseguidos, y entonces nadie diría ni una palabra por nosotros, como nada dijimos por los que fueron perseguidos antes que nosotros.

Miramos con sorpresa las manifestaciones que han ocupado nuestras plazas durante unos días; las miramos con incredulidad, con molestia y, sobre todo, con sabio escepticismo. Sabemos que no durarán demasiado, que es una muestra que no llegará a incomodar a nadie de verdad; sabemos que quedará como una anécdota que mañana habremos olvidado. Y eso nos tranquiliza, mientras releemos absortos los enésimos resultados electorales. Así de mezquinos nos hemos vuelto.

No nos vemos reflejados en esos movimientos porque los observamos como si fueran animales extraños, fugas que huyen a través de una anomalía no prevista del sistema. Y quizás sean eso, aisladas paradojas que demuestran la falta de lógica de una sociedad anciana en sus convicciones, antigua en su nula capacidad de aprendizaje; una cultura vacía por la voracidad de unas tradiciones ridículas que no aportan nada más que la repetición del aburrimiento.

Y te acercas disimuladamente a esas manifestaciones indignadas, apretando fuerte entre las manos la vacuna para una enfermedad que no existe, con la cautela de quien no quiere ser contagiado por el flujo de la responsabilidad.


Lo que ves cuando llegas allí es gente de todas las edades, de toda condición, personas que no necesitan gritar para lanzar consignas contra unas ciudades incapaces de escucharse a sí mismas. Y, si te queda algo de sangre en las venas, te planteas qué es lo que te aleja de ellos; lo piensas y Niemöller te aprieta las entrañas.


Pero ya somos perros viejos; te revuelves, agotas la fuerza de quien no quiere perder lo que ya no tiene y cierras los ojos ante la evidencia. Te giras, tomas la primera calle que te aleja de todo aquello y compruebas que no haya el más pequeño rastro de olor que te delate ante tu manada, que nada indique dónde has estado. Llegas a tu casa, besas a tu mujer, abrazas a tus hijos, y vuelves a cerrar el ataúd. Como si nada hubiera pasado.

Se nos llena la boca bramando que sus reivindicaciones son inocentes. Lo siento, a estas alturas, las impresiones resultan totalmente intrascendentes; quizás sería mejor plantearse el porqué de su absoluta vigencia. Que el voto en blanco o la abstención tengan valor en un sistema electoral que roza el esperpento, que los causantes de la crisis financiera no acaben siendo los únicos beneficiados por la misma, que las oportunidades no tengan códigos genéticos indescifrables; quizás, que todo no apeste a no conseguido una y mil veces.

No me importa si estas concentraciones duran dos o dos mil días, si están bien organizadas o si arrojan mensajes claros. No me importa la opinión de las vociferantes cavernas de este país, con sus anacrónicos clichés cómicos acerca de extremismos, terroristas y payasos deformes. Lo único que alcanza a importarme esta mañana es que me he despertado con medio cuerpo dormido, como si perteneciera a otra persona que nunca conoceré.

Hoy me he levantado medio olvidado y creo que es demasiado tarde para aceptar que todo aquello valía la pena; demasiado tarde para intentar despertar de nuevo. ¿A alguien le pasa lo mismo?



14 comentarios:

Ginebra dijo...

Estoy impresionada, Psyco. Ha sido un placer leer tu opinión sobre los últimos acontecimientos ocurridos en este país nuestro.
Yo no he tenido a sensación, aún, de despertarme con medio cuerpo dormido, ¿sabes? Puede ser porque sigo soñando y , a pesar de los golpes y las caídas, sigo siendo una utópica:)
Yo creo que lo que está ocurriendo tiene una importancia enorme, más allá de si su mensaje es claro o no (que a mí personalmente me lo parece) porque en mucho tiempo la gente no había salido a la calle a protestar y éso es el comienzo de algo, ese hastío e indignación el motor del cambio.
Te dejo este enlace, a ver que te parece:)))
!Eres un sol. Besos!!!

http://estaranza.blogspot.com/

PSYCOMORO dijo...

Estoy totalmente convencido de que esta reacción inédita de la gente es importante, muy importante. Parecía imposible que nadie se moviera y te das cuenta de que imposible sólo es lo que no quieres. Desde luego que el mensaje es claro, el problema es que este encantador sistema hace aguas por todos lados y no hay nadie que quiera escuchar. Me veo a mí mismo medio dormido ante la fuerza de esta gente admirable. Besos.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Estupendas las líneas que nos has dejado. Un placer haberme pasado de nuevo por tu espacio.


Saludos y feliz sábado.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Antonio. Encantado de recibirte, como siempre. Salud.

Araceli Merino dijo...

Entre las cavernas, los que quieren mediatizar y la clase política que calla esperando que pase esa gripe, la verdad es que conforta ver como la mayoria de los habitantes de infanteria no sentimos indignados. Ahora solo falta la perseverancia, sin duda lo más difícil, para una sociedad adormecida aun y que se cansa de todo al dia siguente.

PSYCOMORO dijo...

Sí, Araceli. Aguantar sigue siendo lo más compliado porque el mundo intenta esquivar a los que intentan mejorarlo, aunque se agote dejando pasar un tiempo precioso para convertirse en algo mejor. Moltes gràcies.

virgi dijo...

Si estoy medio dormida, prefiero pensar que estoy medio despierta. Lo cierto es que mi despertador lo tengo lleno de consignas geniales, que me llevan a creer que la vida circula y esta gente tiene grandes ideas, a pesar de que sea difícil vertebrarlas. He visto y oído cosas en las asambleas de Sol, que me han tocado. Y no sólo por lo que dicen, sino por cómo lo dicen.
Veremos. Un fuerte abrazo.
Es un lujo leerte, tus reflexiones son reales, profundas, auténticas, me gustas.
Y besos

PSYCOMORO dijo...

Muchas gracias, Virgi. Lo cierto es que debemos agradecer a esta gente que nos hayan regalado unos instantes de sueño; ahora tendríamos que conseguir merecer su esfuerzo y no permitir que todo esto quede en una página fácil de pasar. Instalemos su ejemplo como algo más que un intento y aprovechemos que sabemos que puede hacerse, para hacerlo! Muchos besos.

Anónimo dijo...

Muy buena entrada, como el resto del Blog. Me ha gustado mucho tu forma de escribir. Los temas que tocas son interesantes pero tu forma de escribir lo mejora todo mucho. Un sitio para repetir. Saludos.

PSYCOMORO dijo...

Muchas gracias, Anónimo. Un placer tenerte por aquí; disfruta de lo que puedas.

La paciente nº 24 dijo...

Constantemente.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Paciente. Como siempre es un lujo sentirse acompañado por la gente adecuada.

NoSurrender dijo...

Siempre es tarde, siempre lo es de manera inevitable.

Pero tampoco eso es excusa para cerrar los ojos a nuestra enfermedad social. Tenemos la fuerza de su miedo, porque son ellos los que tienen algo que perder.

Dejemos que miren.

PSYCOMORO dijo...

Tienes razón, Lagarto. Resulta bastante increíble que siempre tengamos que esperar a la enfermedad para reaccionar pero al menos alguien se está esforzando por alertar de los efectos secundarios. Confíemos que enre todos consigamos que todo esto sea el principio de algo parecido a un tratamiento. Que miren.