6 de abril de 2012

Shame

La soledad es un latido que sólo te golpea cuando dejas de correr. El dolor en tus piernas desaparece de inmediato y es tu corazón quien está gritando, suplicándote que te detengas, exhausto bajo la respiración de una huida hacia ningún sitio, desde ti mismo. La soledad es un latido; es sangre, es verdad y el instante en el que descubres lo poco que nos separa de no querer nada a necesitarlo todo; lo difícil que es pedir ayuda cuando sabes que nada puede ayudarte. La soledad es un par de ojos apresados por unos párpados a los que no les queda nada por descubrir. La soledad es algo imposible de compartir.

Me resulta doloroso hablar de Shame, de Steve McQueen, porque es soledad. Pero las palabras son como tu destino, ambos los esculpes a dentelladas. Shame nos muestra personajes que no pueden dejar de correr porque saben que el primer latido que escuchen les matará. Son gente que sobrevive al margen de lo aceptable, despedidos de esa jaula que hemos tenido a bien llamar sociedad.

Brandon es un adicto al sexo que huye de la satisfacción mientras corre tras ella, como el arquitecto de un laberinto perdido en el interior de su propia amenaza. Asistimos a cómo su vida se consume por la falta de aliento; actúa como el monstruo que ha olvidado por qué empezó a esconderse de los demás, mientras esos demás le señalamos, asesinando una diferencia que desespera ante nuestros ojos mientras abandona cualquier intención de pedir apoyo.

Porque eso es lo que convierte Shame en una obra importante; demuestra que la moral es una opinión que no sabemos demostrar (basta en fijarse cómo le alecciona su virtuoso jefe cuando descubre su adicción). Hay personas que se han quedado sin espacios donde habitar por culpa de nuestras convicciones, esos montones de polvo que ni recordamos de dónde sacamos.

Pero esos condenados a la vergüenza colectiva tienen derecho a masticar también su destino. Brandon y su hermana comparten un pasado que los señaló de algún modo que no llega a desvelarse; todo cuanto reclaman es contar con una de esas oportunidades que el resto desaprovechamos. Son tan diferentes a nosotros que acaban demostrando el vacío de nuestra propia felicidad, una falsa promesa que se queda en apuesta del nada a nada.

Y hacía falta un rostro que pudiera percibir todas las aristas de lo inexplicable, alguien que pudiera gritar sin ser visto. La elección de Michael Fassbender no podía ser más acertada; el actor ofrece un recital que el recuerdo guardará a buen recaudo. Inmenso en su intensidad, apabullante en su entrega, demoledor en el desespero; quizás sea mejor no definirlo y limitarnos a caer rendidos a sus pies. Y esa verdadera lección de registros sólo es uno de los detalles que une esta historia a otro gran clásico.

Shame es El Último Tango en París (Bernardo Bertolucci, 1972) de nuestro tiempo. Como ella, muestra la desesperación de personas que no pueden encajar, que demuestran la avería masiva del sistema. Como ella, también demuestra lo superficial que es nuestra comunidad; tan reprimidos andamos, sexual y culturalmente, que no alcanzamos a entender que ni entonces ni ahora se nos pretende excitar, que Bertolucci y McQueen sólo muestran la crueldad con la que permitimos a seres solitarios hundirse en el infierno, sin más ayuda que su propia carne. Nos enseñan lo barato que es el olvido.

Y ese es el principal éxito de la película; consigue mostrarnos un pedazo de vida de seres que quedaron fuera del cuadro, lejos del enfoque de nuestra ingenuidad. Ajenos a nuestra necesidad de pensar que todo está bien; nos engañamos para sobrevivir pero, por el camino, aplastamos lo que no entendemos con la condena a la disidencia.

En un final mágico, trazado por una elipsis que muestra del sinsentido del paso del tiempo cuando todo está dicho, Shame se convierte en una obra mayor, un poema moderno rodado con una belleza fiera, una rotundidad que se asemeja al cubo de agua helada que nos arroja para despertarnos de nuestra cansina letanía de oraciones infantiles.

Porque un día de estos dejaremos de correr y descubriremos que todos andamos un poco solos.


Un trailer




Desasosegante New York, New York cantado por la increíble Carey Mulligan



Y una de las mejores y más tensas secuencias que he visto en tiempo. El cazador estallando contra una selva que no reconoce, descubriendo que la presa es él. Sencillamente emocionante, como esa tremenda banda sonora de Harry Scott

24 comentarios:

virgi dijo...

Leyéndote me arrepieno de no haberla visto, no tuve la intuición necesaria para ir más allá de lo que decían de ella las típicas frases cortas de propaganda.
Tu texto pone de manifiesto de qué forma, cualquiera de nosotros, por tener alguna peculiaridad en exceso, nos coloca en situación distinta a los demás. Y con ello, se agrava la natural soledad a la que estamos destinados.
A Fassbender no lo he visto nunca, Carey M. me enamoró en Drive (creo haberla visto en alguna otra). La canción es bastante estremecedora tal como la canta en el vídeo que nos dejas.
Entre no necesitar nada y quererlo todo hay un territorio difícil de conquistar y más difícil de habitar.

Un abrazo, Psyco, cuando escribes, aprendo.
Gracias.
De veras.

Ginebra dijo...

Cuando vi el tráiler pensé: "ésta me la pierdo" y creo que acerté. Me pareció desasosegante la historia que contaba. No es que vaya al cine para ver pelis con final feliz y esas cosas, veo de todo, pero huyo, a priori, de historias oscuras, de vidas turbulentas y de infiernos personales. ¿por qué? porque el cine, para mí, es evasión y para infiernos personales los de cada cual, que todos tenemos uno del que, quizá, tratamos de escapar...

Seguramente sea una buena peli, después de escuchar lo que dices de ella, no me cabe la menor duda. Me encantó tu crítica personal, usted, señor Psyco, le saca todo el jugo a cualquier película.

Besos

tina dijo...

tres cosas:

1. opino que la soledad puede ser una gran maestra.

2. como cambia una canción dependiendo del sentimiento que uno le da...

3. la veré. GRACIAS

PSYCOMORO dijo...

Muchas gracias, Virgi. Es un lujo disfrutar escribiendo y, encima, recibir comentarios como el tuyo. Piensas que, después de todo, las cosas se empeñan en tener algún sentido. Gran película "Drive", una extraña colisión entre los universos de Tarantino y Lynch. También aprendo yo cuando os leo, Virgi. Un abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Ginebra. Efetivamente es una película desasosegante que puede no ser buena compañera para todos los momentos. A mí, me tocó en su descripción abrasiva de la soledad, en su grito de ayuda desesperada, y en su denuncia de las faltas de correspodencia. Muchos besos.

PSYCOMORO dijo...

Hola Tina. La soledad es una maestra dura pero justa y sincera. Las canciones son de quien las canta, de quien las escucha y los instantes que las observan. Gracias a ti !

♦PªU♦ dijo...

Hola!! no la he visto ni sé cual es, pero después de leer el primer párrafo puedo morir tranquila después de haber leído tan sólo ese párrafo. Increíble!

Violeta dijo...

Segurament demolidora la pel.lícula i, pel que ens expliques, un bon retrat del que pot resultar sentir-se no acceptat en soledat en una societat com la nostra, la del rebuig a tots aquells que se surten de la norma establerta.

Però la teva ressenya crítica és precisa, immillorable. Saps endinsar-nos en allò més important i significatiu de la pel.lícula. Ens il.lustres com ningú en allò que hagués estat imprescindible en veure-la directament.

Jo també m'he quedat sense veure-la. I ara em penedeixo, malgrat que també penso que potser no m'hagués fet cap bé quant a supervivència i integritat personal.

Una forta abraçada, Psycomoro.

PSYCOMORO dijo...

Gracias por tus palabras, PªU; tarda mucho en morirte; hay demasiadas cosas pendientes.

PSYCOMORO dijo...

Moltes gràcies, Violeta. Com li deia a la Ginebra, realment és una pel.lícula que no va bé per a tots els moments. impressiona en tots els sentits de la paraula. Una abraçada.

Ana dijo...

Después de meses perdida por el mundo, llevo una semana perdida en tu paraíso. Sigues siendo la mejor razón para volver. He visto Shame y me parece una película aterradoramente buena; hacia mucho tiempo que no sentía tan cercano lo que querían explicarme, tan real. Pero cualquier cosa queda pequeña después de tú la tocas, Montaraz. Amo la forma como escribes, es como dejarse ir entre unas sábanas llenas de sorpresas. Te leo y te releo, te disfruto. Aunque no te escriba demasiado, ten a bien seguro que o puedo olvidarte, que me tienes a tus pies. Un beso. Ana.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Ana. Lo cierto es que comentarios así dan sentido a un montón de cosas que en la oscuridad se resisten a dejarse entender. Aquí el único que acierta a mirar tus pies es un servidor. Shame nos enseña lo cerca de ningún sitio que podemos andar todos. Un beso.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Yo sin embargo creo que la soledad, es una gran cabronada...

Saludos y un abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Sí, Antonio, la soledad es la peor de las cabronadas; y lo peor es que es moneda de cambio demasiado común ante la diferencia. Un abrazo.

NoSurrender dijo...

Qué gran película, Psycomoro. Y qué interesante leer su reflexión sobre la misma, que comparto. Tampoco a mí se me escapó todo lo que cuenta ocultando respecto a su hermana, que es mucho y fundamental. Como en la vida, lo que no se ve es más importante que lo que se ve. Y así se nos presenta.

Otro tema que me llamó la atenciçon es la necesidad que tiene de trsaicionarse a sí miso cuando sale con la compañera del trabajo. La necesidad de buscar, de alguna manera, está por encima de su propia esencia. No sé si me explico.

Saludos!

Anónimo dijo...

¿Quién está más enfermo, él, que no puede reprimir una cacería que sólo le produce insatisfacción y dolor, o su jefe, que repreenta una sociedad podrida en la que la mentira, la hipocresía y la falsa moral reinan por doquier?

Su camino no es fácil, pero las cloacas sociales que emiten los juicios de valor apestan y estigmatizan a todo aquel que no huele como ellos; que lástima.

Películas y comoentarios como el tuyo hacen que la vida valga más la pena.

Gracias y un abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Vaya, Lagarto, estoy totalmente de acuerdo con tu reflexión acerca de su flirteo con la compañera de trabajo. Huye de sí mismo y rebota hacia el principio con la fuerza de quien nunca debería haber partido. Desde luego, es una gran película; una obra que no deja de desplegarse sobre ti, atrapándote. Un placer compartir cosas contigo, Maestro. Saludos.

PSYCOMORO dijo...

Hola Anónimo. Pues la respuesta a tu pregunta es tremenda; enfermos estamos todos los que juzgamos a los que sufren. Ese cretino representa la vanidad de una sociedad aburrida sin más rumbo que el éxito que nace viejo. Si elementos como su jefe representan la normalidad, mal vamos. El protagonista al menos lucha; es una guerra sin final, injusta y dolorosa, pero significa una diferencia que, por supuesto, disfrutamos estigmatizando pero que, al menos, representa una decisión. Muchas gracias y un abrazo.

Anónimo dijo...

¿Qué provoca más insatisfacción, una cacería constante de la que nunca tienes suficiente, pero que te mantiene vivo, alerta, animal, o una existenia vacía, hipócita y poco íntegra con tu entorno íntimo?

¿Por qué la primera opción es avergonzante y la segunda es aceptada socialmente como si tal cosa?

¿Quién debe avergonzarse?

Película sensacional que nos hace ver que la enfermedad está en todas partes y en ninguna.

Sensacional la película y mravilloso tu escrito. Más, por favor.

Un abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Aceptamos lo que conocemos porque nos aterra el peso de la diferencia; actúa como un aviso de que todo nos podría pasar a todos. Perder el control sigue siendo un inconveniente social. No compartimos el dolor del protagonista, pero aceptamos la hipocresía de su entorno; quizás eso es a lo que llamamos normalidad. Gracias, Anónimo. Un abrazo.

Anónimo dijo...

La sociedad está enferma y cada uno de nosotros también, lo terrible es que cuánto más difiera nuestra enfermedad de la del grupo, mayor es el sufrimiento y el estigma y mayor es la vergüuenza.

Me gustaría pensar que la diferencia es libertad, pero la enfermedad nunca lo es. El cazador seguirá cazando, y la sociedad seguirá encorsetando esa podredumbre envuelta en papel de regalo, pero películas como ésta y comentarios como el tuyo nos revelan que todos los muros tienen algunas grietas y que los rayos de luz que se filtran a través de ellas los vemos más de uno, y eso siempre reconforta.

Me alegro de de que aunque seamos unos pocos que los transitemos, hayan algunos senderos que abandonan la hoja de ruta.

Felididades por tu maravilla de escrito y ya tardas en regalarnos alguna otra perla.

Un abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Maravilloso es tu comentario, Anónimo. Sí, es una película que transita la evidencia del dolor de los abandonados. No entendemos porque sólo tenemos ojos para lo aceptable, y sólo aceptamos nuestras propias necesidades. Gracias, Anónimo, y otro abrazo.

Anónimo dijo...

¿Por qué tenemos cada uno la ideología que tenemos? ¿Cuándo la hemos consolidado? ¿Dónde y cómo la encontramos? ¿La heredamos? ¿La buscamos? ¿la elegimos?

Comentando hace unos días la película con un amigo llegué a la conclusión de que la ideología es un objeto, si, unas gafas. Las llevamos puestas y no conozco a nadie que tenga un segundo par distinto. Rara vez se rompen, pero si esto ocurre, compramos otras idénticas y a pesar de estar más de uno enganchados a la moda, estas gafas resisten el pado del tiempo como algunos artilugios antiguos, que sobrevivían a su comprador.

Vimos la misma película, nos encantó a los dos, pero los motivos de nuestro disfrute sólo tuvieron en común la música (que no es poco).

Creo que nunca podremos ver con otras gafas porque a según qué edades las nuetras ya forman parte de nuestro organismo, pero es es muy interesante escuchar y compartir la visión que dan esas gafas tan distintas de las tuyas. Enriquece, y te hace pensar que la verdad no está e posesión de nadie.

Que sepas que todo lo que escribes es muy interesante y que trasciende las páginas de este blog. Algunos lo guardamos en el estuche de las gafas que no tienen estuche y de vez en cuando nos sirven para limpiarlas un poco, para ver mejor lo que queremos ver.

Besos de segudora fiel y espero tu nueva entrada con muchas ganas.

M.

PSYCOMORO dijo...

La ideología es nuestra primera persona, como un filtro del que no podemos deshacernos pero que podemos aprender a entender. Y eso puede ser tan bueno como malo, pero es real.

Gracias por tu comentario. Lo realmente interesante es escucharos, leeros; sentiros, después de todo. Disfrutar del rumor de la compañía.

Besos