19 de enero de 2011

Lo que se queda

Cuando se muere el año suele manifestarse una forma extraña de rocío, un certificado de partida que despide las buenas noticias y las ordena, nos sacude el polvo del camino y nos recuerda que las cosas se han comportado con nosotros; hemos reservado fuerzas suficientes para la mañana que despliega ante nosotros un aroma a nuevo que se esfuerza por ser diferente de una forma casi infantil, emocionante ingenuidad de quien ha tomado el último trago de agua de una botella que sonaba a vacío.

En ese despertar lentamente aferrado a un libro de códigos fantásticos, crecen los recuerdos, los detalles que han pasado pero no han llegado a marcharse; los reúnes y te percatas de que eso es lo que significa aprender. El conocimiento no es nada más que una buena selección de instantes que conseguiste entender.

Y hacemos listas, porque nuestra naturaleza es siempre una incógnita hecha de repetición y comodidad. Aparecen esas criaturas siempre jóvenes y perfectamente histéricas llamadas opiniones, y todo se reduce a la locura de sus saltitos imprevisibles. Todos tenemos nuestro pequeño y explosivo zoo de opiniones, y lo guardamos como si lo que tuviéramos entre manos fuera una reserva de especies protegidas. Por supuesto no es así, pero siempre cuesta asumir la propia inconsistencia.

Yo también tengo mis listas, me paso la vida haciéndolas, y ordenándolas; girándolas sobre sí mismas, viendo cómo rebotan contra su escaso sentido. El año ha acabado, dejando su lastre de recuerdos, sus melodías; nuestros discos.

Intento pensar en las obras que han querido significar algo especial, que insisten en quedarse. Acuden grandes momentos como el definitivo The Suburbs de Arcade Fire, el intenso Brothers de The Black Keys, el inabarcable Have no One de Joanna Newsom. Todos ellos ya han estado con nosotros. Pero también ha sido el año de Jannelle Monáe, Beach House o Band of Horses y sería injusto no guardar un gran rincón en el corazón para el High Violet de The National, un trabajo inmenso, disfrutable como pocos y no muy conocido en España. Todos ellos desfilan por la gran mayoría de listas de lo mejor del año en que se empeña cada año la crítica especializada.

Pero si hay que escoger un solo trabajo, el disco que esconde los mayores avances y escasos complejos, las ironías del destino nos juegan una mala pasada. Porque tenemos que echar mano de un autor incómodo, un megalómano con una irritante necesidad de hablar más de lo estrictamente necesario. Si sólo pudiéramos escoger a uno, ese sería My Beatiful Dark Twisted Fantasy de Kanye West.

Es un trabajo que quiere ser Hip Hop pero también seduce al R&B y cobija a las mejores voces del Rap actual; pero, sobre todo, es una obra colosal de Pop, entendido en su mayor, en su más ambicioso sentido.

Combinación irresistible de momentos triviales y de novedades sonoras irrefutables; de la banalidad a gestos de imbatible genialidad, el resultado da un giro tremendo a las expectativas sobre la música del próximo año, nos pone en bandeja de plata la obra a superar, lo que debemos pedirle al sonido de nuestro futuro más inmediato.

La histriónica apuesta de West anula de forma implacable los esfuerzos inútiles de la tropa de productores empeñados en crear el nuevo escenario del éxito, la nueva estrella del momento; el ya casi olvidado Timbaland o el aburrido David Guetta quedan reducidos a la pura anécdota ante la tromba de hallazgos y quiebros imposibles que nos arroja este trabajo.

Casi cuesta aceptarlo pero creo que nos encontramos ante el disco más importante del año pasado; nos lo trae un tipo definitivamente antipático que se ha colado con el mayor de los estruendos entre las escasas rendijas reservadas para la sorpresa que descuida el panorama musical actual.


Runaway, o la ausencia del prejuicio y el descaro del niño armado; el autotune convertido en magia; vale la pena esperar hasta el final. Canción sencillamente arrolladora.





Y un reservado para The National y su High Violet; porque todavía son desconocidos para mucha gente y lo bueno pide compartirse…



16 comentarios:

Ginebra dijo...

Una forma muy original y personal de repasar tus discos del año que ".nos dejó".
Me llamó la atención esta frase tuya:
"El conocimiento no es nada más que una buena selección de instantes que conseguiste entender"...es una buena definición, mi querido Psyco.
De todos los temas, me quedé con el vídeo de las bailarinas:)
Besos

virgi dijo...

Recuerdo las entradas que nombras y lo que he aprendido con ellas. Ahora no acabo de cogerle el punto a K. West. Sin embargo, The National me parecen fabulosos.

Vengo de otro blog y me ha impactado La shica. Supongo que con el bagaje que tienes la conoces de sobra.
Un abrazo, apreciado Psycomoro.

Araceli Merino dijo...

Em quedo també amb la frase que ha destacat Ginebra. Estoc molt poc al dia de la música que surt, però m'agrada aquesta definició.

PSYCOMORO dijo...

Hola Ginebra. El instante en el que intentas recordar un pasado que acaba de dejarte es el mejor para saber lo que va a quedarse contigo, es como la cuna de los recuerdos. Encantado de que te gustara. Besos.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Virgi; sí muchos de ellos ya habían transitado por estas locas aguas; todo un placer que recuerdes esas entradas. A disfrutar de The National, que se lo merecen y mucho. En cuanto a La shica, es intrigante, diferente, y eso es algo esencialmente extraño en la música española; es como copla, Lynch y luces de intensas intenciones. Besos.

PSYCOMORO dijo...

Moltes gràcies, Araceli. La música ve i va, queden les sensacions que ens deixa el seu descobriment, suposo.

La paciente nº 24 dijo...

Absolutamente de acuerdo en lo arrollador de Runaway.

[Me hiciste recordar que siempre estamos generando recuerdos, no sé muy bien por qué.]

virgi dijo...

Acabo de leer tu respuesta. Qué genial que relaciones a La shica con Lynch, no se me hubiera ocurrido, pero es verdad que tiene un aura así, como de algo que no se sabe que puede aparecer, una expectación misteriosa...
Besos besos

PSYCOMORO dijo...

Hola Paciente. Quizás porque así aprendemos, construyendo los débiles instantes de lo que llegó para quedarse. Quizás.

PSYCOMORO dijo...

Misterios que gritan para poder seguir escondidos, Virgi. Besos.

Ana dijo...

Como siempre dando en la diana, Montaraz. Muy acertada la selección aunque seguramente podría añadirse alguno más porque ha sido un buen año. Realmente el disco de Kanye West sorprende por muchas razones y no soy muy aficionada al Hip Hop pero suena totalmente deshinibido. En cuanto a The National, ya era hora que se popularizaran. Cualquier cosa que nos traigan tus palabras, es un verdadero placer. Besos. Ana.

PSYCOMORO dijo...

El placer siempre es compartir los pequeños detalles que explican la felicidad de los instantes, Ana. Desde luego, la música es uno de ellos y encontrar gente que transite los mismos caminos que tú es otro. Besos.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Domingo de paseo por los blog amigos, estupendo haber pasado de nuevo por tu casa.

Saludos y un abrazo.

♦PªU♦ dijo...

"Aparecen esas criaturas siempre jóvenes y perfectamente histéricas llamadas opiniones"

Me encantó, ajajaj que tan cierto!

Besos!!

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Antonio. Domingo de letargo poético y reencuentro. Un abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, PªU; sí, esas compañeras de grito fácil y seductor empuje que son las opiniones. Besos.