1 de febrero de 2011

El silencio del después

Cuando algo te arranca de la realidad durante demasiado tiempo, no vuelves a ser el mismo; te sacudes el polvo de la explosión, comprobando que no has perdido nada por el camino y te aferras a la locura de quien no entiende por qué sigue vivo. Cuentas los instantes que creías tuyos mientras huyen sobre ti, hacia el lugar de donde nunca deberían haber partido, tu mente intenta partir con ellos pero resulta imposible seguir el ritmo de quien ha olvidado tu nombre.

Y, aturdido por ese silencio revelador, intentas entender lo que ha ocurrido, buscando las palabras adecuadas para construir un recuerdo sensato, algo que tenga consiga permanecer; pero sólo acude la calma cuando aceptas que algo ha cambiado, algo que no podía seguir igual. Quizás eso fue lo que nos pasó a los atónitos afortunados que asistimos al concierto de Joanna Newsom en el Palau de la Música de Barcelona cuando tocó a su fin; sucedió que volvimos a respirar.

En pocas, muy pocas, ocasiones el gesto de un genio se manifiesta con tal despliegue de recursos. Melodías complejas hasta el límite de lo comprensible, simples emociones clavadas en la verdad de lo compartido; un vaivén de descubrimientos permanentes construido sobre el reto de la sorpresa permanente. Resultó imposible recoger entre la tormenta las palabras necesarias para describir lo que estábamos viendo.

Te apresa la sensación de que esa mujer indescriptible tiene siempre un as guardado en la manga para el próximo plato, que sólo te muestra lo que necesitas en ese preciso instante, pero que tiene algo más que todavía no puedes entender; quizás sea esa la magia que desprende el talento cuando se convierte en arte.


Canciones eternas en su construcción, manifestación rabiosa de sonidos e inteligencia; hubo soul, jazz, blues, música tradicional americana, Asia y secretos de cámara oscura y una voz que te apretaba el corazón contra la comprensión. Poesía narrada desde el estruendo de las historias que necesitan ser contadas.


Intento que no se desvanezca la imagen su turbadora belleza, abrazando el al arpa, acariciando el piano; el resto de músicos se entregaban rendidos a cualquier mirada o sonrisa de aquel torrente de notas que nunca deberían haber caminado separadas. Y la música fluía como himnos a gente que ya no volverá, abriendo las razones de la partida, regalando la suavidad del recuerdo.

No más de una decena de temas abrieron una zanja explosiva sobre la historia de la música, entendida como una gozosa diversión sin fronteras. Quizás sea el prejuicio que antes se derrumba; a pesar de ser una apuesta arriesgada y al margen de lo común, sorprende lo irremediablemente divertido que resultó el concierto, la tensión que dibujaban las sonrisas de los espectadores cómplices, rendidos a aquel ritmo extraño que lanzaba incomprensibles latigazos de emoción química.

Y está esa voz. Resulta increíble cómo Newsom ha ido modulando sus excesos del pasado para construir una paleta de tonos y armonías casi imposibles, sujetos al infinito; escucharla en directo es avistar tierra después de navegar durante años, algo que sucede siempre por primera vez. Tan sólo la voz de Antony Hegarty puede trasmitir algo parecido en un escenario; ambos son almas puras de conexiones perversas.

Quedará para siempre instalado en la memoria el momento en el que toda la audiencia, después de haber conseguido que la artista volviera en varias ocasiones después de despedirse, se mantuvo allí, de pie, aplaudiendo durante diez minutos, rendidos después de haber sido sacudidos por una tensa y emocionante Baby Birch. Nadie quería dar un paso para abandonar aquel instante y, cuando ya no debía suceder, Newsom volvió a salir al escenario y vació por completo el tarro de las esencias con On a Good Day. “El fin se acerca; en los días claros puedes ver cómo todo se acaba desde aquí”. Y, desde luego, no quedó nada más que pedir.

La grabación no es de buena calidad, el sonido no le hace justicia, pero aquí tenéis ese momento final del concierto, breve regalo de despedida y miles alientos suspendidos en lágrimas. On a good Day.



Otro de los momentos del concierto, Soft as Chalk; música lanzada desde Asia hasta los campos de algodón y New Orleans. Inmenso, inmenso talento.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Estuve allí y fui sin conocer demasiado el trabajo de esta mujer, acompañando a un amigo. La experiencia fue inexplicable, algo fuera de lo común y suelo ir a muchos conciertos, pero esto estaba fuera de norma. Te escribo el comentario para decirte que con diferencia es la mejor, más sensible y mejor escrita de las opiniones del concierto que he leído. Voy a repasar las entradas antiguas porque creo que me van a gustar. Enhorabuena !

virgi dijo...

¡Madre mía, que maravilla! Entre lo que cuentas y verla a ella, tan de aquí y al mismo tiempo sobrevolando la normalidad, me ha dejado impresionada. Ya sé que algún día he de verla, una pena esta lejanía.
La última mujer que me dejó hechizada fue Ute Lemper, hace más de un par de años...¡imagínate!
Esta chica tiene una de recursos indecibles: cara de ángel, pelo de Rapunzel, y, como bien dices, alma de Nueva Orleans.
Un relato excelente, es siempre una gozada visitarte.

La paciente nº 24 dijo...

La A-DO-RO, y lamenté no haber podido ir al concierto,pero bueno.

Te saludo.

Ginebra dijo...

Es un ruiseñor que sabe tocar el arpa. Supongo que disfrutarías:)
Besos de alguien que canta fatal:))

Anónimo dijo...

INCREIBLE concierto. Va a resultar muy dificil olvidarlo. Cuesta encontrar palabras para hablar de una experiencia asi pero está claro que tu lo has conseguido. Coincido con otro comentario, es una de las mejores crónicas que he leído de este o cualquier otro concierto. Felicidades Psycomoro

PSYCOMORO dijo...

Hola Anónimo; sí fue un concierto muy especial, uno de los mejores a los que he asistido nunca. Algo rondaba aquella noche que suele vivir escondido. Muchas gracias por tus palabras, y bienvenido.

PSYCOMORO dijo...

Hola Virgi. Muy acertada tu referencia a Ute Lemper porque es una de esas mujeres que también viven en un terreno que sólo les pertenece a ellas; supongo que son signos de personalidad aplastante. Besos.

PSYCOMORO dijo...

Hola Paciente. Encantado de compartir esa adoración contigo. Si vuelve, no lo dudes; entrarás en contacto con un mundo que respira polvo de estrellas. Saludos.

PSYCOMORO dijo...

Hola Ginebra. Disfruté, y mucho; es algo que debe compartirse. Alguien que compone esas fotografías ya entrega melodías, no necesita cantar... Besos.

PSYCOMORO dijo...

Hola Anónimo 2; pues muchas gracias por tus comentarios. Celebro espectadores de aquel concierto se dejen caer por aquí. Compartir siempre resulta liberador.

Anónimo dijo...

Absolutamente delicioso y grandioso concierto. Faltan palabras. Bueno, a ti no. Muy buena crónica.

Anónimo dijo...

Estuve en el concierto y no puedo describir lo que allí pasó; nos capturó a todos, a los más fans y a los acompañantes que íbamos con ganas y a la vez con cierto temor ante un instrumento protagonista tan poco habitual.

Es curioso lo mucho que nos cuesta ir hacia lo desconocido y lo poco que tardamos en disfrutarlo cuando lo hemos encontrado.

Una maravilla. Eres un gran guia!

PSYCOMORO dijo...

Gracias, anónimo. Encantado con que tantos de los que estuvisteis allí también os paséis por aquí.

PSYCOMORO dijo...

Lo bueno de compartir, Anónimo, es que muchas miradas construyen la maravilla poco a poco, deslizando con sigilio el recuerdo de los mejores momentos. Lanzarse contra lo desconocido en buena compañía nos prepara siempre para el mejor de los placeres.

Ana dijo...

Creía que no llegaba a hacerte el comentario, Montaraz, fui al concierto de Madrid y todavía no lo he podido asimilar. No sólo fue uno de los mejores que he visto en mi vida sino que, ya lo comentas tú, me dio la impresión de estar asistiendo a algo único. El talento de esta mujer es inmenso, no cuesta decir que no hay nadie asi en el panorama musical actual, es inabarcable. Gran escrito, Maestro. Besos. Ana.

PSYCOMORO dijo...

Hola Ana. Toda una pena que no coincidiéramos pero nunca se llega tarde si hay algo que compartir. Sí, todos tuvimos la sensación de estar en un lugar muy especial; algo que crecía para el recuerdo. Besos.

♦PªU♦ dijo...

Que nivel de introducciónes, siempre te lo he dicho, me deja la piel de gallina (o como se diga por allá)

BESOS!!!