Me alzo de nuevo contra la luz gastada,
en el instante que avisa del máximo riesgo.
Miro con la necesidad de dejar de mirar,
con el peso de aquellas suaves palabras que
se deslizan junto a la saliva de la explosión,
con la exigencia de las cadenas tensadas,
con la culpa del esclavo que tragó su llave,
y el viaje pendiente de quien ya no camina.
Es el ciego empeño de quien sólo recibe
el sordo desatino de mis dientes blandos;
intentan camuflar el paisaje de la obsesión,
el lejano imperio que insiste en mi retorno,
en disecarme desnudo de alfileres y sonrisa.
Y aquí me tienes girándome sobre las letras,
enviando mensajes de sal al corazón del mar,
creciendo de la mano de un tiempo extraño;
alucinado por los vapores que me descubren
lo profundo que se hincan las heridas cuando
acude el rostro cortado de la brisa húmeda y
las promesas rotas que amenazan hambrientas,
regalos de duendes cegados de amor químico,
enfermos por ver tu ropa caer una vez más,
acariciando la esperanza del amor salvaje,
urgentes reflejos en la última copa de la noche.
Y lamento haberte dejado justo antes de hacerlo,
soy el depredador que no sabe cuando empezar,
la pieza que tiene que poner en marcha el reloj;
soy un payaso a medio vestir en un circo cerrado,
el olor retirado que diseña el final del espectáculo.
Me aparto del único barco que se mantuvo a flote,
mientras arde retorcida la marea que nunca falla
y olvido por qué tuve que hacer todo esto;
marcan mi ruta ancianos de recuerdos vendados,
sabios de lenguas torpes y piernas partidas.
No puedo entregar mi nombre sin pronunciar,
No quiero verdades que ya no puedo descubrir.
No quedan opciones sin su puñal a la espalda.
No voy a repetir el camino que ya no queda.
Y guiado por la helada certeza del amor
hoy te voy a despertar antes de tiempo;
te contaré una historia que nadie conoce,
lo cerca que estuve de dejarme por otro,
de disfrazarme con postales de navidad.
Este mundo refugiado en la hipodermia
es el último aliado de los que sueñan,
el destino de sentido improbable para
la mentira y la leyenda de la última dosis.
12 de octubre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
20 comentarios:
fuertemente estremecedor...
No sé que es mejor, tu prosa o estos poemas... no sabría que elegir pues el resultado siempre es el mismo: me gusta mucho lo que expresas con tus palabra, Psyco.
Te subrayo ésto:
"Este mundo refugiado en la hipodermia
es el último aliado de los que sueñan".
Besos
Qué gran poema, Montaraz; es increíble como consigues acercar la lucha de ese yonki figurado que nunca ha probado la droga. Y qué título más sublime!! Cómo lo haces? Besos. Ana.
En esa historia que aún ha de contar, tal vez encuentre la razón que no entendermos nunca. Con dosis, sin dosis, con mensajes salados o dulces, con copas y brindis, sin caminos que recorrer.
Escribes, Psycomoro, y las palabras azotan el vacío que nos acompaña.
Besos. Muchos.
(da gusto leerte)
grande grande, me gusta.
Adoro encontrar un escrito donde desde el inicio hasta el final lo puedo leer en mi mente con tanta pasión ... y eso me sucedió con este, gracias por este momento!
Por cierto amé esta parte:
"Y lamento haberte dejado justo antes de hacerlo"
Besos!!
Gracias, Ana; los estremecimientos son palabras comprendidas antes de que se pronuncien.
Gracias, Ginebra. Sólo expreso cosas que andan por ahí antes que yo, esperándome. Besos.
Esa es la historia, Ana, un yonki que no ha probado lo que necesita pero que sabe dónde buscar. Besos.
Gracias, Virgi. El gusto es ser leído y teneros por aquí, con tantas idas y venidas; tantos cuentos a medio decir. Besos.
Gracias Jordim. Compartimos interés, te lo aseguro.
Gracias, PaU. Me alegra que lo hayas disfrutado. Se agradece esa pasión. Besos.
Ser el fin.
[Cada frase es como un final, y como todo final un principio, como un poema circular]
Supongo que vivimos en ese centro de círculos sucesivos, Paciente, esperando que acuda el siguiente para que se cierre sobre nosotros, para que abra el siguiente acto.
Paso de puntillas sin hacer ruido y me quedo sin palabras...
Sonrisas y preciosas fotografías
Hay caminos que giran sobre sí mismos, sin vuelta atrás. Los imagino azules, seguro que por aquella canción:
Azul, líneas en el mar, que profundo y sin domar acaricia una verdad
Salud!
Bienvenida. El sigilo suele prometer la mejor de las presencias. Gracias.
Muchos caminos aprenden de su origen, giran sobre el sentido de lo que todavía no han decidido ser, como si te esperaran. Salud, Lagarto.
La única dosis que quiero en mi vida es la de la palabra...
Pasa un buen fin de semana.
Saludos y un abrazo.
Es la única dosis que no termina, Antonio, al que nunca se cuenta como la última. Igualmente y otro abrazo.
Publicar un comentario