27 de noviembre de 2012

La nostalgia del monstruo

Si un día decidiéramos olvidar lo que todavía no podemos recordar, se esfumaría también el camino de vuelta a casa, porque los caminos, y la casas, sólo lo son cuando que han sucedido; y ocurrieron porque el tiempo necesitó en algún momento que estuvieran allí, para explicar un millón de casualidades, ocurrencias habladas en idiomas imposibles, historias que no necesitan tenernos en cuenta.

Nos gusta soñar que somos mundos a punto de suceder pero sólo somos fruto del azar. Somos lo que el viento decide no olvidar.

Resulta fascinante pensar en todo este desajuste de relojes locos. El destino nunca existió; un brillante ausente, infectado por la misma broma cósmica que las religiones, fallecido mientras intentaba volver a explicarse.

Y nos asombramos cuando los posos del café no devuelven nada, pero sólo merece estar escrito lo que puede borrarse. Y allí, huérfanos de dioses y argumentos, nos preguntamos qué va a ser de nosotros, como si de golpe hubiéramos dejado de contar; pero no es así. Quizás seamos culpables de todo, pero también los únicos héroes que quedan con vida.

Precisamente en estos pantanos habita Looper, virguería plagada por aquellos héroes devorados por el tiempo, arrojados contra un pasado que todavía no ha sucedido. Los loopers ejecutan a gente enviada desde un futuro donde el asesinato ha sido prohibido. Se trata de una profesión salvaje en un mundo que no lo es menos, pero todo tiene su retorno.

Estos asesinos a suelo tienen una fecha de caducidad que no significa su muerte, sino la constancia de que llegará un final ya aceptado. Cuando llega el momento, ellos mismos son enviados desde el futuro para que su propio “yo” más joven acabe con su vida, cerrando el ciclo de un encargo sin trampas.

Joe, encarnado por Bruce Willis, es uno de esos loopers; vuelve al presente con la intención de cambiar un futuro que se niega a aceptar. La relación entre este enviado desesperado y su joven némesis asesina, interpretada por Joseph Gordon-Levitt , ocupa la primera parte de la película y contiene algunos de los mejores momentos del cine fantástico de los últimos años.

Pero lo realmente interesante sucede cuando la trama gira totalmente sus intenciones, reduce su ritmo y se centra en la triste historia de un niño llamado a ser algo que supera lo imaginable y que concentra la ira del personaje de Willis, convencido de que, matando a esa extraña exageración del sistema, cambiará cuanto tiene que suceder.

Inconscientes de la tragedia de su propio futuro, los dos Joe se enfrentan por la vida de ese niño, apareciendo de nuevo el conflicto entre dos tiempos, entre dos formas de vida que nunca llegarán a entenderse; y así se cierra el último círculo en una película construida sobre intensas idas y venidas alrededor de la idea de evitar lo que no quiere ser cambiado.

Rian Johnson consigue crear una obra mucho más profunda de lo que aparenta, jugando con lugares comunes de la ciencia ficción pero construyendo una reflexión ejemplar sobre nuestra influencia en el nacimiento de los monstruos. Aconsejable como pieza de entretenimiento perfecta, pero imprescindible por su necesidad de ser diferente.


8 comentarios:

Violeta dijo...

Quines nostàlgies tan complicades les d'aquests monstres. Inquietant tot el que ens expliques.

virgi dijo...

Desasogante es lo que se me ocurre. Y precisamente este adjetivo es uno de los que me atraen de una película.
Esa aureola que no llego a comprender del todo, un algo que se me escapa y al tiempo me atrae y me ensimisma.
Fui a ver otras informaciones, pero ¡claro! ninguna tan personal como la tuya.
Cuando dices "Nos gusta soñar que somos mundos a punto de suceder pero sólo somos fruto del azar. Somos lo que el viento decide no olvidar", me llevas al pensamiento de lo poco que somos, hojas que el viento lleva de un lado a otro, pequeños granos de arena que se deshacen.
Psycomoro, leerte es disfrutar, pensar, cavilar.
Gracias, si la veo ya te lo diré.
Por cierto, el otro día fui a la última de Ken Loach y, aunque afloja en su trayectoria de denuncias sociales, tiene un punto de tierna comicidad que me encantó.

Un abrazo grande, Psyco

NoSurrender dijo...

Siempre he pensado que el destino es tan mutante como cada presente que lo observa, y que tanto define el presente el futuro como el futuro imaginado influye en el presente. Pero tengo que ver esa película, ya lo creo. Hace mucho que no veo ciencia ficción que me proponga algo interesante, y la última de Ridley Scott me decepcionó en ese sentido. Salud!

Anónimo dijo...

Me gusta pensar que no todo está escrito, me gusta disfrutar con lo que no comprendo, me gusta la idea de que el azar mueve nuestras insignificantes vidas. Y no estamos solos, ese viento que no cesa nos acompaña y nos mece.

Excelente película de puro entretenimiento y excelente crítica, como siempre.

No nos dejes.

PSYCOMORO dijo...

Gràcies, Violeta. Sí, els monstres davant d'un passat que ens pertany a tots.

PSYCOMORO dijo...

Gracias, Virgi. Sí, esos vaivenes del tiempo nos construyen al mismo tiempo que nos parten en dos; no hemos aprendido a dejar de estar a su merced y, quizás, debamos aprender que nunca lo dejaremos de estar. Ken Loach me acompañó en el pasado en muchas ocasiones; es cierto que el paso del tiempo, otra vez, ha traído cierto desencanto a su cine que ha reducido aquella beligerancia, pero siempre es agrafable reencontrarse con viejas melodías. Un abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Totalmente de acuerdo, Lagarto, construímos el pasado cuando nos acercamos a él; lo transformamos. La ciencia ficción es cajón ejemplar para guardar reflexiones que no caben en otros géneros; quizás eso la convierte en algo tan complicado de abordar. Ridley Scott se nos ha quedado a medio camino con Prometheus, como si temiera llevar a sus últimas consecuencias una apuesta que arrancaba como una bendita locura. Ya me dirás, si te sumerges en Looper. Salud.

PSYCOMORO dijo...

Nada está escrito, Anónimo; sólo escribimos cuando miramos y recordamos. Quizás en ese momento estamos imaginando nuestro propio futuro. Gracias !