26 de febrero de 2011

De lo que tenemos miedo

Resulta muy curioso lo fácil que resulta sobrevivir en las cuevas de la mentira, intentando no alzar la voz para no destacar, dejándonos llevar por las corrientes silenciosas empeñadas en hacernos creer que la enfermedad que no tienen cura, atenazados ante todos los síntomas que decidimos no atender; huyendo desde siempre y hacia ningún sitio, dejando atrás cualquier asomo de responsabilidad.

Y ese mundo subterráneo rebosa divina sensatez idiota; vivimos unos enganchados a otros, recordando la suerte que nos apartó para siempre de la luz del sol; abandonados a unas sombras que nos han secado las ganas de caminar, creyentes perdidos en un mensaje que se estrella contra el goce de la repetición.

Se refieren a ello como revueltas en el mundo árabe pero lo que está sucediendo es algo más que eso. Nos han destapado las vergüenzas, han arrancado ese mullido techo de engaño en el que nos hemos cobijado y todavía no hemos acostubrado nuestros inútiles ojos a la invasión de luz imposible que anda dibujando el tremendo estado de ignorancia cobarde bajo el que Occidente se ha escondido.

Lo que se inició como una desesperada muestra de soledad; la inmolación de Mohamed Bouazizi, un joven tunecino que no pudo encontrar otra forma de demostrar que la realidad había acabado con cualquier rastro de esperanza. Fue un grito contra un gobierno corrupto (tal y como se reflejaban en documentos filtrados por Wikileaks); una llamada de alerta de una juventud que estaba cansada de confiar en referentes agotados. Esa primera detonación se extendió con la magia del combustible demente hasta convertirse en una revolución que derrocó a Ben Ali; todo en cuestión de días. Es lo que ocurre cuando la espera ha sido tan larga; sobran las explicaciones.


El convencimiento de que los cambios son posibles salto de país en país; Túnez, Argelia, Marruecos. Incluso el eterno Hosni Mubarak cayó en Egipto. Toda una serie de oportunidades aprovechadas con una urgencia juvenil, vehemente; una insatisfacción que ya no atiende a razones y evasivas.

Y resulta ofensivo, repulsivo y deleznable, lo que ha llevado a estos pueblos a tomar una iniciativa cercana a la locura suicida; no podemos olvidar que estamos asistiendo al incendio del mapa que Europa y Estados Unidos diseñaron para la zona. Todos los gobernantes que ahora caen con estruendo sobre sus imposibles fortunas fueron aliados de un mundo libre que gestiona la protección de los derechos humanos con una habilidad instalada sin complejo en la ejecución de golpes de estado a distancia.


Y no se trata del relato de conspiraciones trasnochadas. En ocasiones, sencillamente preferimos ignorar la historia para justificar nuestra irresponsabilidad. Ha sido hilarante cómo el presidente egipcio Hosni Mubarak se convertía mágicamente en el dictador Mubarak en los medios, coincidiendo sospechosamente con el convencimiento general de que su caída sería la siguiente. Se vive tan bien bajo tierra.

Los detalles demográficos, geopolíticos, culturales y, sí, también religiosos, son complejos pero relatarlos es repetir lo que puede consultarse en la Red (para otro día el papel de Internet en toda esta situación). Me interesa especialmente la sensación de sorpresa que se ha apoderado de los ingenuos espectadores del mundo civilizado, intentando entender todavía cómo aquellas sociedades tan amenazantes, involucionadas, han iniciado una valiente corriente de cambios que nosotros no podríamos ni imaginar.


Me da la impresión de que estos héroes (que hasta hace dos días mirábamos desde Occidente como si se tratara de asesinos sin escrúpulos, extremistas alienados que querían devorar nuestro mundo perfecto) han avanzado en dos meses mucho más que nuestra querida Europa en muchos, muchos años de inactividad letal; y en ese convencimiento de que algo no era exactamente como nos lo explicaban, se ubican esas imágenes de jóvenes (hombres y mujeres) en defensa de lo que nosotros damos por supuesto, sin otra moneda de cambio que sus propias vidas, y ante la pasividad insultante de una Unión Europea que cada día se asemeja más a una broma pesada cuando toca afrontar conflictos que vayan más allá de la gestión de los derechos de autor o el rescate de entidades bancarias. Cuanta mentira enlatada.

En estos mismos momentos, las horas también corren aceleradas en Libia. Una sociedad inmersa en un auténtico baño de sangre intenta acabar con Muamar el Gadafi (el mismo que regalaba caballos a Aznar, abrazando los mismos intereses económicos que Berlusconi; el mismo que un día dejó de ser enemigo de Estados Unidos, sin más). Es quizás la batalla más importante de cuantas se han librado, la que definirá de una forma más auténtica cuáles son los siguientes pasos.


Y aquí nos limitamos a encoger nuestras benditas cabecitas bajo tierra y mirar a todo cuanto sucede como una amenaza a nuestra tranquilidad. Lo que teníamos ya estaba bien; conocido es que los derechos humanos son patrimonio del mundo civilizado y que la sangre, por mucho que descienda, nunca salpica a los que viven aquí abajo; es humedad lejana, ecos ajenos de dolor que enmudecen con sólo acertar el botón de la televisión.

Están sucediendo cosas y, eso, como cantaba Dylan, es que se avecina la gran tormenta; esta vez el agua mojará las cuevas. El tiempo se está plegando sobre los que preferimos que no suceda nada. Es lo menos que merecemos.

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/tirano/compro/Occidente/elpepusocdmg/20110227elpdmgrep_1/Tes

12 comentarios:

NoSurrender dijo...

Justo estaba pensando en esa canción de Dylan desde que empecé a leer esta entrada. Me gustan esas conexiones.

Supongo que en Occidente aún estamos pensando cuánto vale nuestro corazón solidario con la libertad de los pueblos; si a 100 dólares por barril de petróleo podremos ser buenos y si podremos serlo a 200 dólares por barril. Somos nosotros el pueblo decadente.

Salud!

virgi dijo...

Nos hemos dejado comer el tarro con los extremismos y ahora nos cogen con el paso cambiado. Yo estoy maravillosamente sorprendida, tanto que me dan ganas de ir a la Plaza Tahrir y quedarme allí unos días, decirles que los admiro y que nos han dado una lección, independientemente de lo que pueda pasar más adelante. El pueblo parece dormir, pero cuando hasta el sueño es imposible conciliarlo, al amanecer la luz invita a vivir y a luchar por lo que creemos es justo.
Me gustan tus reflexiones, querido Psyco, es muy alentador leerte.
Un abrazo bien grande.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Por aquí ando otro domingo más. Siempre genial las cosas que nos dejas.

Saludos y un abrazo.

Ginebra dijo...

Desde luego se avecina una gran tormenta o un tsunami que amenaza con tragarnos a todos y ¿acaso no lo merecemos????...
No dejo de pensar en ese joven tunecino y en las consecuencias que ha tenido su suicidio, Psyco... fue , tal vez, la gota que colmó el vaso de la desesperación y la injusticia...
Me encantó tu manera de entenderlo, de explicarlo...
Besos

PSYCOMORO dijo...

Vivimos en una decadencia de responsablidad, Lagarto; pensamos que la ignorancia es inofensiva y siempre viene cargada con la sangre de quien se despreocupa de lo que se aleja de sus narices. No aprendemos porque no queremos. Creer a mentira siempre resulta cómodo y contra eso pocos alegatos pueden hacerse. Salud !

PSYCOMORO dijo...

Hola Virgi. Siempre olvidamos que el extremismo es un río con dos riberas; la nuestra ya puede inundarnos hasta las rodillas, que nunca pensaremos que aquello es agua. Realmente nunca un sueño no conciliado ha generado tantos inconvenientes a los poderosos. Difrutemos, al menos, del esfuerzo de esta gente; y admirémoslo. Un abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Gracias Antonio por dejarte caer por aquí de nuevo; un placer recibirte. Abrazo.

PSYCOMORO dijo...

Sí, Ginebra, ese joven desesperado sólo huyó hacia adelante, contra todo; la injusticia encendió un fuego que no deberíamos dejar que se apagara sin más. Ya hemos cometido suficientes errores. Muchas gracias y besos.

Anónimo dijo...

Nadie puede negar que escribes de forma increible y no es la primera vez que te leo pero a mi me dan más miedo que a ti esa gente. Lo siento pero estoy seguro que detrás de todas esas revuetas está el isslamismo radical al acecho y que nos arrepentiremos de lo que estamos diciendo ahora, apoyando algo que va a acabar en más atentados terroristas en los que morirán inocentes que nada tienen que ver son sus problemas. Es como lo veo. Eso sí, sigues siendo un escritor acojonante.

PSYCOMORO dijo...

Gracias Anónimo por tus palabras pero siento no poder corresponderte con una respuesta, solucionando esos miedos que te persiguen. Desconozco el futuro pero puedo mirar hacia el pasado e intentar entenderlo; cuando lo hago veo una historia dormida en sus terrores, huyendo de su propia responsabilidad, creyendo sólo las verdades que velan por nuestras noches más tranquilas. No puedo alejarte de lo que temes, pero puedo intentar explicarte algunas cosas que me dan miedo a mí, y todas elas se encuentran mucho más cerca de mi casa; son el tipo de cosas que, si quisiéramos, podríamos cambiar. Todo es cuestión de tiempo. Gracias.

Heiliger trinker dijo...

... y aquí Zapatero en Qatar (monarquía absoluta con pasta) dice que lo de Gadafi es intolerable... y la Onu quiere juzgarlo por crímenes contra la Humanidad... que nos juzgue a todos por lo que está pasando en Africa.. que todos somos responsables y todos estamos quietos, agilipollados!!!

PSYCOMORO dijo...

Sí, Heiliger, sigue siendo el gran problema que tenemos, lo miramos todo desde una distancia que en realidad no existe. Tan cercanos para controlar nuestros intereses, tan lejanos para precouparnos por sus gentes. ¿Realmente vamos a esperar a que acabe la guerra civil en Libia para hacer algo? Supongo que hasta que no tengamos claro quién nos va a garantizar el suministro del petróleo es mejor no decantarse. Triste, muy triste. Como esperanzador resulta que haya gente dispuesta a cambiar un mundo que ha decidido darles la espalda; perdiéndolo todo, a cambio de todo.