
Diría que David Fincher es un director clásico, tal y como lo son Clint Eastwood, los hermanos Coen, Lynch o Paul Thomas Anderson; lo diría, pero no tengo muy claro qué significa. Se suele afirmar que clásico es lo que merece ser imitado, pero no me refiero exactamente a eso.
La sensación que me produce su manera de rodar es algo más propio del juego de los recuerdos y cómo encajan en el tiempo cuando los atrapa. Su cine no parece que pudiera ser de otro modo, de una forma distinta a como es. Sientes que ha escogido la mejor manera posible para acercarte a cuanto quiere enseñarte.

Aprovechando la historia real de un asesino que durante los años sesenta y setenta cobró especial relevancia en San Francisco, especialmente por el uso que hizo de los medios para dar a conocer sus actos; muerte, mentiras, manipulación y una sociedad hambrienta de riesgo. Pero el enfoque de la apuesta de Fincher se aparta suavemente de los crímenes y se lanza a la obsesión de la caza; la frustración tremenda de un policía (memorable Mark Ruffalo) y un dibujante del San Francisco Chronicle que dedicaron la mitad de su vida a intentar solucionar un enigma que se parecía demasiado a ellos mismos.

Algunas de sus películas son mejores que los guiones en los que se basa (ese exceso de almíbar en algunos momentos de El Extraño Caso de Benjamin Button) y se sirve de cada obra para extenderse en la búsqueda de nuevas soluciones. Resulta muy curiosa su evolución y el parecido que guarda con la de otro grande como Stanley Kubrick. Lo que empezó como un extenuante ejercicio de estilo en busca del más difícil todavía está mutando hacia una sencillez engañosa, una tranquilidad en los recursos que habita la antesala de la explosión.

Ya en la fundacional, en esa obra maestra que fue Seven filmó el ritmo de una sociedad que está enferma porque no consigue aceptarse y, de paso, atajó para siempre la comodidad de los finales felices. Además, un soberbio Kevin Spacey nos enseñó en poco menos de quince minutos que el diablo no es más que una fórmula perfecta, el hogar de unos fantasmas reconocibles que sólo saben curar su dolor causando más.
Quizás El Club de la Lucha sea su obra más política, la que desvela más claramente sus intenciones de mirar lo oculto desde los detalles de una cotidianeidad que cada día disfrazamos con más descaro, en busca de una comodidad que significa el letargo de nuestros días. Morimos quietos porque decidimos olvidar que podíamos movernos; nos vamos sin recordar que la vida prometía mucho más de lo que fuimos capaces de entender.

No hay mejor noticia que extrañarse por lo que nos rodea; dejar que lo inesperado aprese nuestra seguridad y nos reduzca de vuelta al origen, a la ausencia del prejuicio. Ese espacio puede estar teñido de sangre, quizás rodeado de dolor, pero es un nuevo principio y nunca más podremos decir que no tuvimos nuestra oportunidad.

Un montaje con Where is my Mind de los Pixies, que ya servía como colofón ejemplar a El Club de la Lucha; "me has conocido en un momento extraño de mi vida"...
18 comentarios:
Seven me encantó (también hay que tener en cuenta que trabajaba Brad Pitt:))) no , en serio, fue un debut estupendo y Zodiac continúa un poco con ese ambiente claustrofóbico y con el ritmo propio de una novela negra.
De su filmografía me quedo con esas dos, he visto alguna más, pero creo que en este género de thriller es como mejor está.
Un placer leerte cuando hablas de cine...
Besos
Es un director muy especial, Ginebra. Tiene el pulso de narrar desde un respeto casi suicida por la impresión que arrojan sus personajes sobre la historia; a veces parecen habitantes de una ratonera que sólo tú puedes ver. Muchas gracias, es un placer compartido. Besos.
También Seven me gustó mucho.
Y El club de la lucha mucho más. He vuelto a verla un par de veces porque me parece estar viendo una parte de lo que nos rodea como si no fuera así...no sé si me explico...como si la peli fuera otra cosa que no nos toca, cuando en realidad está impresa en todos nosotros.
B. Button no me gustó nada, fíjate que casi ni la recuerdo.
De Zodiac no se nada (pero lo tendré en cuenta por lo que me fío de tus magníficos textos) y La red social tampoco la he visto.
Bueno, otro día oigo la música.
Muchos besos. Y más para estos días.
Hola Virgi; El Club de la Lucha es un película que requiere mas de una visita y demuestra que cuando David Fincher cuenta con un buen guión es insuperable. Precisamente, ese aspecto es el que falla en Benjamin Button; es una historia maravillosa de F. Scott Fitzgerald, con un guión nada adecuado, bajo mi punto de vista, de Eric Roth, que parece empeñado en repetir los tics que ya había empleado en Forrest Gump, cuando las historias no tienen absolutamente nada que ver; eso lastra demasiado una obra que podría haber sido muy grande. El peso del guión. Te recomiendo mucho Zodiac, recupera al mejor Fincher con una historia narrada de forma muy diferente. Si la ves, ya nos dirás. Un beso.
Pasé por aquí a echar un ratito con tus cosas. Quiero aprovecharte, una feliz navidad. Te deseo lo mejor, para ti y para los tuyos.
Un abrazo enorme.
Bienvenido, Antonio e igualmente, que tengas unos días intensos con la gente que quieres. Un abrazo.
Hola Montaraz. Seven cambió mi forma de acercarme al cine, era una película comercial que aprovechaba que bajabas la guardia para golpearte como pocas. Una maravilla. Lo mismo me pasó con El Club de la Lucha y con la obra de Palahniuk en que se basaba; aluciné con su propuesta ideológica. Zodiac, La Red Social... son demasiadas obras importantes como para no pensar que estamos ante un verdadero genio. Aunque sólo pueda dedicarte momentos muy de tanto en tanto es un absoluto placer entrar en contacto con tus palabras. Besos. Ana.
Hola!!! hoy logre sacar un tiempito, el trabajo me tiene un poco absorbida, te deseo feliz navidad (tarde) y feliz año nuevo, muchas bendiciones y que la pases increible!!!
Besos!!!
Hola Ana. Sí, creo que se trata cuanto menos de un creador que siempre juega en el campo de la sorpresa, y eso es mucho con los tiempos que corren. Esos momentos que comentas se notan mucho. Gracias por buscarlos para pasarte por aquí. Un beso.
Hola PªU. Todos vamos con poco tiempo y muchas ganas de hacer lo que nos gusta. Gracias por pasarte y los mejores deseos también para ti. Besos.
Ostras, no n'he vist cap de les que comentes. Quina ràbia. Llegir-te sempre em fa recordar les bones estones passades al cinema per acabar dient allò de... hi he de tornar! De totes formes et volia desitjar un feliç 2011.
Confio que passar-te per aquí t'ajudi a tornar-hi, Araceli. És un d'aquells racons que on viuen els millors records. Igualment, molt bon any nou.
Todas son películas increibles, de las que te hacen pensar, de las que te muestran cosas como en realidad no son o sí fueron. Me encantan y las he vistos varias veces! Únicamente me falta por ver La Red Social.
Hoy compartimos gustos Psycomoro.
Feliz 2011
Vuelvo para desearte cositas lindas en este año que empieza.
Con un abrazo bien grande.
Supongo que en el cine, “un clásico” es aquel director que tiene (¿adquiere?) la personalidad suficiente como para que la cámara no sea protagonista, sino que nos permite entrar directamente a la historia. Y sí, David Fincher es un buen clásico, y con algunas buenas películas a la espalda, y una especialmente buena, Seven.
Pero la verdad es que la historia La red social no me interesó. Culpa mía, sin duda. Quizás no era mi día, pero ese personaje central no me interesaba lo más mínimo. Sólo sentía pavor hacia aquello en lo que se ha convertido una universidad como Harvard, donde no hace tanto tiempo Derrida o Putnam daban clases, por ejemplo.
Salud y buen año!
Me alegro, Anónimo, de que compartamos gustos; esa sensación suele ayudar a que las mejores experiencias se anclen al recuerdo. Buen Año para todos.
Igualmente, Virgi, disfruta de las cosas buenas de la vida con una sonrisa de descubrimiento vivo. Besos.
Buen Año, Lagarto. Sí, supongo que ser clásico tiene mucho que ver con tener una voz que ni se esconda tras el volumen de las palabras. Respecto a La Red Social, estoy contigo en que el panorama de Harvard no pinta muy bien si personajes así tienen que colgarse a un muro virtual para no morir ahogados por una vida que ni recuerdan cuando aceptaron. Como el personaje, vivimos refrescando una realidad a la que pedimos que se mueva después de haberla saturado de anestesia nosotros mismos.
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